Ariel Noyola Rodríguez/Observatorio Económico de América Latina.La crisis de deuda soberana europea iniciada en 2010, que siguió a la crisis de las hipotecas subprime estadounidense de 2007-2008, reveló la fragilidad de los cimientos de la Unión Económica y Monetaria (UEM) de la Comunidad Europea, en marcha desde 2002, a través del euro como moneda única de curso legal. Asimismo, el desenvolvimiento desigual de la crisis en ambas regiones pone de manifiesto el carácter jerárquico de la economía mundial y, con ello, las asimetrías de poder entre los Estados capitalistas dominantes: Alemania y Estados Unidos.
Estados Unidos goza de un sistema financiero de mayor resiliencia frente a las turbulencias de la economía mundial. La banca estadounidense reproduce su posición en la cima de la pirámide de los sistemas financieros nacionales concentrando y centralizando capital a través del binomio dólar-Wall Street como mecanismo de dominación financiera. En tanto, la Reserva Federal (Fed) estadounidense expandió su base monetaria (dinero depositado en los bancos y en circulación en una economía) en 400 por ciento; el Banco Central Europeo (BCE) apenas lo hizo en 150 por ciento. El BCE intenta no perjudicar la posición del euro como moneda de reserva. Los programas que ha lanzado incluyen esterilización de liquidez que la Fed no ha incorporado, es decir, el dinero que ocupa el BCE para comprar títulos financieros lo recupera retirándolo de su base monetaria.
Luego de reducir la tasa de interés de referencia de 0.50 a 0.25 por ciento en noviembre de 2013, miembros del Consejo de Gobierno del BCE no descartan establecer tasas negativas en los depósitos bancarios para revertir la tendencia depresiva de la economía (The Wall Street Journal, 25 de marzo de 2014). El reciente espaldarazo a una eventual expansión monetaria (Quantitative Easing) europea de parte de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, una vez realizados los cambios legales al artículo 123 del BCE, que prohíbe financiar directamente a los Estados de la UEM, evidencia la angustia de Berlín de cara a la profundización de la crisis (Reuters, 25 de marzo de 2014). La cuestión de fondo radica en que la crisis de la periferia europea ha resultado en un efecto bumerán para el euro y Berlín: entre 2011 y 2013 la proporción del euro en las reservas totales de los bancos centrales cayó de 25.1 a 24.2 por ciento. En 2007 Alemania cayó de tercera a cuarta economía en el ranking mundial. En contraste, la hegemonía del dólar permaneció intacta, conservando 64 por ciento del total. Así, Estados Unidos mantiene la supremacía económica global.