Al inicio de la pandemia COVID-19, la Reserva Federal llevó a cabo un estímulo monetario sin precedentes para evitar una caída de la economía. Se redujeron drásticamente las tasas de interés y se efectuaron programas masivos de compra de activos que inyectaron billones de dólares al sistema financiero. Esta nueva liquidez no impregnó la economía de manera uniforme. Los grandes fondos de inversión y las instituciones financieras, con acceso privilegiado a los mercados de capital, fueron los primeros beneficiarios. Dos años después, para contener la inflación la Reserva Federal elevó la tasa de interés e inicio un ajuste monetario. En este artículo veremos cómo los mercados emergentes se enfrentaron a los desafíos de gestionar los flujos de capital y mantener la competitividad de sus monedas ante las políticas del FED.
El efecto Cantillon afirma que los primeros receptores del dinero recién creado obtienen beneficios desproporcionados, mientras que los finales quedan afectados por la inflación posterior. El efecto se manifestó en la divergencia entre Wall Street y Main Street. Llenos de dinero barato en marzo del 2020 (Índice SP500 2,304), los fondos invirtieron e impulsaron un aumento en los mercados de valores, en simultáneo a una recesión económica inducida por la pandemia. A medida que subieron los índices de bolsa, los grandes inversores beneficiarios del FED obtuvieron ganancias descomunales. Mientras tanto, los consumidores comunes, enfrentados al desempleo y menores ingresos, perdieron ingresos con la inflación creciente. El estímulo, diseñado para salvar al sistema financiero norteamericano concentró aún más la riqueza financiera global.
Como moneda de reserva, medio de pago y unidad de cuenta mundial, los cambios en la oferta monetaria estadounidense impactan globalmente. La expansión de la oferta provocó la baja el tipo de cambio del dólar, visto al contrario se revalorizaron los tipos de cambio internacionales. La mayoría de bancos centrales hicieron lo mismo que el FED, para evitar depreciaciones de sus monedas, pero la magnitud de las acciones del FED amplificó la presión a la baja sobre el dólar. Excepcionalmente, China no observó una apreciación de su moneda ni movió su tasa de interés, lo que resultó en un 2% de crecimiento cuando occidente se contrajo en el 2020
Con un dólar más abundante y débil, los bancos centrales acumularon mayores reservas internacionales, invertidos mayormente en títulos del Tesoro estadounidense. Esta acumulación sirvió, para que la expansión monetaria de la Reserva Federal, destinada a apoyar la economía interna de Estados Unidos se convirtiera en un canal para que los mercados emergentes también la financien más.
Cuando la Reserva Federal aumentó las tasas de interés en el 2022, hizo que los activos denominados en dólares fueran más atractivos para los inversores a nivel mundial. La mayor demanda condujo a una apreciación del dólar, lo que ejerció una presión depresiva sobre las otras monedas, incluidas las de América Latina e incluso las del G7. Las de Asia no vieron grandes movimientos.
Una vez que la inflación monetaria se extendió, el FOMC decidió contraer el total de activos líquidos emitidos entre 2020 y 2022 con las subsiguientes subidas de tipos de interés que marcaron un punto de inflexión. El efecto Cantillon entonces operó a la inversa, el mercado financiero se contrajo desde su máximo en mayo del 2022 (Índice SP500 4,766) y los países emergentes, se vieron obligados a aumentar más sus propias tasas de interés para evitar salidas excesivas de capital y la depreciación de las monedas.
No todos los bancos centrales siguieron la política monetaria de reajuste de la Reserva Federal. En América Latina, preocupados por el aumento de la inflación, algunos establecieron tasas de interés aún más altas, el BCE y el Banco de Inglaterra en cambio, bajo la amenaza de recesión, las mantuvieron por debajo pero no pudieron evitarla. Esta divergencia creó una oportunidad de carry trade, donde los inversores tomaron prestamos baratos en dólares e invirtieron en monedas de mayor rendimiento, que conduciría a una mayor apreciación de los tipos de cambio. Los paises exportadores con monedas apreciadas descubrieron que sus productos se volvieron menos competitivos a nivel internacional, mientras que los importadores disfrutaron de los beneficios de productos básicos más baratos denominados en dólares.
La secuencia financiera que acompañó al COVID-19 expuso la interconexión de los mercados financieros mundiales y las consecuencias de largo alcance de la política monetaria estadounidense. La volatilidad del dólar, impulsada por los diferenciales de tasas de interés, ha sido la característica definitoria de este período, en compañía del auge de los activos financieros por las condiciones de liquidez que dictó la Reserva Federal.
El triple papel del dólar dio lugar a una dinámica compleja. Su debilitamiento inicial contribuyó a la acumulación de reservas internacionales en los bancos centrales, pero su fortalecimiento posterior ejerció presión cambiaria sobre la mayoría de las monedas, incluido el Real brasileño, el peso mexicano, el peso uruguayo y el sol peruano. No todo los paises tuvieron el mismo exito en mantenerse estable en esta triple tarea.