El verano de 2024 en el hemisferio norte marcó récords históricos de temperatura en numerosas regiones del mundo, lo que lo ha convertido en el más cálido registrado hasta la fecha. Diversas agencias y fuentes han documentado este fenómeno como una consecuencia del cambio climático generado de las actividades humanas. En este artículo se analizarán las implicaciones de las altas temperaturas en la exacerbación de fenómenos meteorológicos y sus consecuencias en América Latina.
En el mes de agosto de 2024 se llegó a un récord de temperatura promedio de 16.82°C, dicha marca supera por .71°C la media de 1991 a 2020. De acuerdo con el Servicio de Cambio Climático Copernicus, dicho mes fue 1.51°C más cálido que los niveles de temperatura existentes en la era preindustrial y forma parte de la cadena de 14 meses consecutivos en los que la temperatura global superó en 1.5°C los niveles preindustriales.
Si bien el hecho de que se supere de manera temporal el umbral de 1.5 grados de calentamiento no significa un peligro inmediato, sí es necesario destacar que estas superaciones a corto plazo son una advertencia clave de que esos promedios más elevados podrían ocurrir con mayor frecuencia y ser cada vez mayores en la próxima década si no se logran reducciones significativas en las emisiones.
El período de 12 meses desde septiembre de 2023 hasta agosto de 2024 es el más cálido registrado, con una temperatura 0.76 °C por encima de la media de 1991-2020 y 1.64 °C por encima de los niveles preindustriales. En lo que va del año 24, las temperaturas son las más altas para ese período, y se necesitaría una caída drástica de 0.30 °C en los próximos meses para que 2024 no supere a 2023 como el año más cálido registrado, algo que nunca ha ocurrido antes.
Las altas temperaturas vienen acompañadas de prolongados estados de sequía. Durante el 2023, de acuerdo con el informe Estado del clima en América Latina y el Caribe, de la Organización Meteorológica Mundial, indica que casi todo México, el centro de Chile, las regiones occidental y oriental de la Amazonía, los Andes centrales y del sur, así como gran parte de Centroamérica, la zona central de Venezuela y las Guyanas, fueron afectados por fuertes sequías. Otros países, como Cuba, República Dominicana y Haití, experimentaron escasez de agua en menor grado, pero en general, la mayoría de las naciones han sufrido los efectos de la falta de agua.
De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, la frecuencia y la duración de los periodos de sequía han incrementado en un 29 % desde el año 2000. Si esta tendencia no se modifica, podría impactar a más de tres cuartas partes de la población mundial para el año 2050.
La situación hídrica en América del Sur
De acuerdo con cifras de Ocote, en América Latina, más de 379 millones de hectáreas, una extensión que supera en más de tres veces el tamaño de Colombia, se encuentran degradadas. Esto significa que son tierras que ya no pueden sustentar cultivos ni sus ecosistemas naturales. Además, el 36% del territorio latinoamericano está compuesto por ecosistemas áridos, caracterizados por una menor biodiversidad y condiciones más difíciles para la vida humana.
Entre 2013 y 2023, la región amazónica perdió cerca de un millón de hectáreas de agua dulce, según un estudio de Mapbiomas Agua y Red Amazónica de Información Socioambiental (RAISG). Esta disminución, atribuida en gran parte al cambio climático y a actividades humanas como la deforestación y el uso del suelo, afecta tanto a los ecosistemas como a las comunidades locales que dependen de recursos acuáticos. Colombia fue el país más afectado, seguido de Bolivia y Perú. Los glaciares andinos también se han reducido drásticamente, lo que empeora la situación hídrica en la región.
Una intensa sequía en la Amazonía y el Pantanal brasileños ha hecho que el río Paraguay alcance sus niveles más bajos en más de 100 años en Asunción. Esto ha afectado significativamente el transporte en esta vital ruta fluvial. De acuerdo con el Departamento de Meteorología e Hidrología de Paraguay, a mediados de septiembre de 2024 el nivel del agua del río cayó 102 centímetros por debajo del punto de referencia del medidor, lo que representa un desafío para el comercio en un país sin acceso directo al mar. La última ocasión en que el río alcanzó niveles tan bajos fue en 2021, cuando descendió hasta su punto más bajo registrado hasta entonces, con una marca de 0.75 metros por debajo del "índice cero".
La consecuencia de esto es la dificultad del transporte por río, que se presenta como una situación análoga a la ocurrida en el Canal de Panamá. Paraguay es el país sin salida al mar con la tercera mayor flota fluvial del mundo. El río homónimo es la ruta responsable de mover casi el 80% del comercio exterior paraguayo al servir de conexión con sus países vecinos y con el Océano Atlántico. El hastío ha obligado a reducir la mercancía llevada por los navíos.
En el tramo sur del río, con dirección a la Argentina, los convoyes van con el 70% de su carga habitual. Rumbo al norte, donde las corrientes vienen de Brasil y Bolivia, las embarcaciones llevan menos del 50% de la carga. De acuerdo con Raúl Valdez, presidente del Centro de Armadores Fluviales y Marítimos de Paraguay (CAFYM), el transporte de minerales provenientes del Mato Grosso del Sur en Brasil está prácticamente interrumpido. Se estima que la cantidad de mercancías transportadas por el Río Paraguay caiga 29 puntos porcentuales respecto al 2023. Esta situación homologa la vivida por el Canal de Panamá durante el año 23, lo que provocó subidas en los precios por la dificultad del transporte, por lo que se puede esperar consecuencias similares.
El río Paraná, que alimenta a varias hidroeléctricas, también enfrenta problemas por la falta de lluvias. Específicamente la represa de Itaipú, situada entre la frontera de Paraguay y Brasil (que genera energía para ambos países), ha presentado una reducción del 18.4% en su generación durante el primer semestre del 2024 debido a la crisis hídrica. Una problemática similar se vivió en China durante el año 22 cuando la baja del río Yangtsé derivó en cortes del suministro eléctrico en varias ciudades del suroeste chino
Brasil, por su parte, experimenta su peor sequía desde que se comenzaron a realizar mediciones nacionales hace más de 70 años. Esta situación afecta al 59% del territorio, lo que equivale a una extensión aproximada de la mitad de los Estados Unidos. Los principales ríos de la cuenca amazónica alcanzan niveles extremadamente bajos, mientras que incendios descontrolados han arrasado áreas protegidas.
Epidemia de incendios
Se han reportado miles de incendios en Sudamérica en lo que va del 2024, y muchos de ellos aún están activos, desde la selva amazónica en Brasil hasta los bosques secos de Bolivia. Esta situación ha provocado que la región alcance un récord en cuanto al número de incendios registrados en un año, con un total de 346,112.
Los incendios forestales vividos en el territorio brasileño son los más intensos en los últimos quince años. Según el Programa de Quemas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, durante la segunda semana de septiembre de 2024 el país concentró casi el 76% de las áreas afectadas por el fuego en toda la región Sudamericana. El cambio climático ha potenciado los incendios provenientes de la actividad agrícola, al duplicar el número de focos de fuego con respecto a los contabilizados en el 2023 durante el mismo periodo de principios de septiembre.
Por su parte, las autoridades de Bolivia han declarado emergencia nacional debido a las llamas que han consumido 3.8 millones de hectáreas desde julio de 2024. De lo quemado, 40% pertenece a bosques y el 60% restante a pastizales. Hasta el momento, los incendios han provocado serios daños en seis de los 11 corredores ecológicos reconocidos como sitios Ramsar, que son áreas fundamentales para la conservación de la biodiversidad a nivel global, de acuerdo con la Fundación Tierra.
En Perú, los incendios iniciados igualmente en julio de 2024 ya han arrasado con diez mil hectáreas de bosque y patrimonios arqueológicos. Se han perdido cerca de mil 495 hectáreas de cultivos, mil 264 se han dañado y se destruyeron dos mil 257 de cobertura natural. Tan solo entre el 14 y 15 de septiembre se registraron 91 incendios forestales a nivel nacional de acuerdo con el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) peruano. En Paraguay, el Instituto Forestal Nacional (INFONA) reporta que entre el 1 y el 12 de septiembre de 2024, más de 318,000 hectáreas han sido afectadas en todo el territorio nacional.
Los desastres ya mencionados han provocado una severa situación atmosférica no solo para las zonas en las que se encuentran los focos de fuego sino también para una gran extensión de territorio dentro de América del Sur. En varias ciudades se reportaron humaredas intensas y una densa capa de humo que afectó visibilidad y la calidad del aire.
Datos de IQAir, empresa suiza de tecnología del aire, estimó que durante los primeros días de septiembre de 2024 la ciudad brasileña de Sao Paulo respiró el segundo aire más contaminado del mundo debido al humo provocado de los incendios forestales. Días después, varias provincias de Argentina se vieron cubiertas de humo provenientes del oriente y norte amazónico de Bolivia. En Uruguay se recomendó a las personas con enfermedades respiratorias crónicas, cardiovasculares, alergias u otras condiciones de riesgo que reduzcan su exposición al humo de los incendios en los países vecinos.
La pérdida de biodiversidad, de cultivos y comerciales podrá contabilizarse en un futuro próximo, sin embargo, como se puede ver, el panorama no parece ser muy alentador. Las altas temperaturas registradas en lo que va del año 24 son muestra del cambio climático generado por la actividad humana, mismas que, junto con las laxas o nulas políticas de protección ambiental, han generado el entorno perfecto para que los incendios forestales avancen. La necesidad de acción climática es urgente, no solo para la región sino para todo el planeta.