La Ruta de la Seda después de Crimea
El interés de China por hacer de Europa un socio clave radica básicamente en la necesidad de consolidar mercados de exportación y recibir transferencias de tecnología para la producción masiva de maquinaria y equipo en un futuro no distante. Después de visitar Francia y Holanda, y firmar acuerdos de cooperación en los sectores de la energía nuclear, la industria automotriz, la exploración aeroespacial, la educación y la agricultura, el presidente Xi se dirigió a Alemania para rediseñar la Ruta de la Seda, ahora en el siglo XXI, y fortalecer así las relaciones entre China, Asia Central y Europa: un cinturón económico de 11 mil kilómetros que atravesará por ferrocarril Rusia y Kazajstán y conectará en sólo 16 días la ciudad de Chongqing (China) con Duisburgo (Alemania), uno de los centros de transporte y comercio más importantes de Europa.
Washington buscó aislar a Rusia y desarticular la integración asiática, que –dicho sea de paso– constituye uno de los principales mecanismos de la región frente a la debilidad de la recuperación económica mundial, y no hizo sino favorecer la consolidación de un espacio económico euroasiático tras la coyuntura de Crimea.