Entre los temas que quedaron en el tintero de los gobiernos progresistas de Sudamérica está el Banco del Sur, fundado en 2007 entró en vigencia en 2012 y en 2013, pero no prosperó. Este Banco buscaba fondear obras de infraestructura, ciencia y técnica, sociales, educativas, culturales, de desarrollo de cadenas de valor regionales y otras, con el espíritu integracionista y soberanista que había entonces en los países miembros: Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
El entierro del Banco se debió a muchas circunstancias, la poca participación de Brasil, el canal Caracas-Buenos Aires enfrentó muchos escollos, pese al empuje que daban Quito, La Paz y Montevideo. Hubo un “empecinamiento venezolano” para tener, no sólo la sede en Caracas, algo aprobado, sino también la presidencia del Banco.
En un primer momento, teniendo a Brasil adentro, el capital total debía ascender a 20.000 millones de dólares y el suscripto, a 7200 millones (Brasil, Argentina y Venezuela pondrían 2000 millones cada uno, Ecuador y Uruguay sendos 400, y Bolivia y Paraguay 200 por país), cuando se quiso evitar el naufragio se planteó un capital mínimo para siquiera ponerse a funcionar. Sólo alcanzaría a 4 millones para Argentina y Venezuela, 400 mil dólares para Uruguay y Ecuador y 100 mil para Bolivia. Ni eso fue suficiente. En 2015 hubo un primer ensayo de directorio en Quito, con mesa y sesión como si ya estuviera funcionando el Banco, pero sólo Bolivia y Ecuador tenían listo ese capital básico, apenas para comenzar a operar.
¿Cómo jugó Brasil? Se notaba la ausencia de su compromiso, Brasil privilegiaba otros fondeos: crear el Banco del BRICS con Rusia, India, China y Sudáfrica; reimpulsar el Fonplata y sobre todo no perder el rol que cumple su propio Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).
Sin embargo, el Banco hubiese sido un motor más para los déficits de infraestructura y otros que tiene la región y con un perfil soberanista más marcado. Se pudo haber avanzado más pero de haberse constituido el Banco, hoy estaría tan vapuleado por quienes quieren volver a los tratados de “libre comercio” tipo ALCA o a las políticas antidesarrollo y antisocial, como lo están el Mercosur y las demás construcciones de mayor autonomía en Sudamérica.