Durante su reciente visita a Beijing para estabilizar la relación con China, el secretario de Estado de los Estados Unidos Antony Blinken discutió con el presidente chino Xi Jinping muchos temas polémicos. Por ejemplo, advirtió a China que no provea materiales o tecnología a Rusia para ayudarla en su guerra contra Ucrania, y cuestionó los reclamos territoriales en el Mar Meridional de China y el hostigamiento a Filipinas (aliado de Estados Unidos). También hubo disputas por la interpretación de la política estadounidense de «una sola China» en lo referido a Taiwán y por los controles comerciales y de exportación al flujo de tecnología de Estados Unidos a China.
Yo estuve en Beijing más o menos por las mismas fechas para presidir un «diálogo paralelo» sinoestadounidense, un foro en el que ciudadanos que tienen contacto con sus respectivos gobiernos pueden encontrarse y expresar opiniones a título personal. Por ser extraoficiales y fácilmente negables, a veces estas conversaciones pueden ser más francas. Es lo que sucedió en esta reunión entre una delegación del Grupo Estratégico de Aspen y enviados de la influyente Escuela Central del Partido Comunista de China en Beijing (el sexto encuentro de este tipo mantenido por ambas instituciones en la última década).
Como era de esperar, los estadounidenses reforzaron el mensaje de Blinken sobre los temas polémicos, y los chinos repitieron las posiciones de su gobierno. Como advirtió un general chino retirado: «la cuestión central de nuestras cuestiones centrales es Taiwán».