China ha respondido a EE UU. Este Gobierno elevará los aranceles de un 10 al 25% a 5.140 productos estadounidenses por valor de 60.000 millones de dólares, según ha anunciado este lunes su Ministerio de Finanzas. La medida se produce como represalia por que Washington haya elevado desde el viernes del 10 al 25% su gravamen a productos del país asiático por un valor total de 200.000 millones de dólares.
El aumento arancelario chino entrará en vigor el 1 de junio, aproximadamente la misma fecha en que comenzará a aplicarse el estadounidense: cuando lleguen a puertos de EE UU los productos chinos incluidos en la medida y que zarparon después del viernes 10 de mayo. El anuncio del Ministerio de Finanzas llega apenas dos horas después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, hubiera advertido a Pekín de que no tomara medidas recíprocas.
Según ha indicado el Ministerio de Finanzas en su página web hoy, la medida anunciada este lunes representa “una respuesta al unilateralismo y al proteccionismo”. “China espera que Estados Unidos vuelva a la vía correcta de negociaciones bilaterales de comercio, colabore con China y se encuentre en un punto intermedio con China, de tal modo que se alcance un acuerdo mutuamente beneficioso y que convenga a ambos, sobre una base de igualdad y respeto mutuo”.
China ya había asegurado este fin de semana, por boca de su vice primer ministro y responsable de las negociaciones comerciales con EE UU, Liu He, que no surtirían efecto las medidas de presión de Washington para tratar de obligarle a aceptar un acuerdo comercial en condiciones que considera lesivas para su soberanía. Este lunes, el portavoz del Ministerio de Exteriores, Geng Shuang, reiteró el mensaje en su rueda de prensa diaria: Pekín “nunca se rendirá a la presión externa”, afirmó. “Tenemos la determinación y la capacidad de defender nuestros intereses legítimos”.
Geng no hacía sino repetir lo que ha venido siendo el mensaje de Pekín desde que Trump anunció el día 5 que elevaría los aranceles si no se llegaba a un acuerdo antes del viernes pasado. Pekín, aunque insiste en que las conversaciones siguen en pie y la idea es tratar de llegar a un pacto cuanto antes con Estados Unidos, subraya que no firmará ningún documento que crea que perjudica sus intereses. Que su economía puede aguantar los efectos adversos de los impuestos estadounidenses. Y que, desde luego, no hará ningún gesto que pueda dar la impresión de que su presidente, Xi Jinping, ha inclinado la cerviz frente al presidente estadounidense.
Los medios oficiales chinos también utilizaban este lunes un mensaje de resistencia y desafío. El efecto que tendrán los nuevos aranceles, sostenía la televisión estatal CCTV, es “totalmente asumible”. “No pasa nada; China sabrá convertir la crisis en una oportunidad y utilizarla para poner a prueba sus capacidades, para hacer el país aún más fuerte”.
Con esa actitud mental ya en marcha, las palabras de Trump en Twitter este lunes sonaron como una provocación a oídos chinos. “China no debería tomar represalias -solo irá a peor”, indicaba el presidente estadounidense en su red social favorita. “Le digo abiertamente al presidente Xi y a todos mis muchos amigos en China que China quedará muy perjudicada si no llegan a un acuerdo, porque las compañías se verán obligadas a salir de allí”. Si en Zhongnanhai, el complejo residencial de la cúpula de poder china, alguien abogaba aún por seguir calibrando la respuesta a los aranceles estadounidenses antes de anunciarla, esas declaraciones supusieron el empujón final para hacer públicas las medidas.
La guerra comercial se reabrió la semana con el anuncio de Trump de que impondría nuevos aranceles, cuando los mercados daban por hecho que los dos países estaban a punto de cerrar un pacto que pusiera fin a sus diferencias comerciales. Pero, según ha publicado la agencia Reuters, Pekín devolvió a Washington el borrador de acuerdo con enormes tachaduras. Todas las que aludían a cambios en su legislación para garantizar las reformas que Estados Unidos le exigía, sobre asuntos como la protección de la propiedad intelectual o la cesión forzosa de tecnología. China, que considera esas exigencias una injerencia en su soberanía, ha negado que cambiara su posición en el último momento, pero insiste en que lo que quiere es un documento “equilibrado” en el que se respete la “dignidad” de los dos países.
Tras la imposición de nuevos aranceles estadounidenses el viernes, la ronda de conversaciones entre EE UU y China, la número once, concluyó en Washington sin fecha para una próxima reunión. Sí se acordó que se celebraría en Pekín. El asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, ha indicado que Trump y Xi Jinping podrían mantener una reunión bilateral en Osaka (Japón), en los márgenes de la cumbre del G20 que se celebrará en esa ciudad a finales de junio.