En ocasiones, el protocolo diplomático puede exponer la verdadera política de poder. A su llegada a Samarcanda, el presidente chino Xi Jinping, fue recibido por el presidente uzbeko Shavkat Mirziyoyev. Pero en el caso del mandatario ruso Vladimir Putin, fue el primer ministro el que lo recibió, un detalle que podría considerarse poco sustancial, sin embargo, esto puede dar fe de cierta duda entre que posee el mayor liderazgo al frente de la OCS. Tal vez, pueda tomarse como el antecedente de que Putin encontraría problemas para enmarcar a la OCS como una organización anti-occidental, aun en el contexto de la reciente adición de Irán y la participación de Turquía como estado invitado.
En 2001, la transición del grupo de los “Cinco de Shanghái” a una organización formal internacional, le transfirió legitimidad mundial en medio del tenso contexto por los atentados del 11S, además de que les permitió a sus miembros desarrollar estrategias para atender sus movimientos socio políticos locales como el caso de las organizaciones chechenas y uigures, el Movimiento Islámico de Uzbekistán o el Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán.
A pesar, de la progresiva expansión de la OCS hacia temas de mayor índole económica y comercial, Rusia ha estado presionando por reforzar el aspecto militar de la organización en un intento por configurar la OCS como un bloque antioccidental liderado por Rusia y China. Prueba de lo anterior es la invitación del presidente turco Recep Tayyip Erdogan a la cumbre. Y cabe resaltar que al mismo tiempo, Kirguistán y Tayikistán (miembros fundadores), sufrieron enfrentamientos fronterizos, por lo que se puede aseverar que la organización posee limitadas capacidades para asegurar la seguridad colectiva en la región euroasiática.
Los países de Asia Central podrían estar inconformes con la postura bélica de Moscú en el conflicto ucraniano, al menos, los mandatarios de Uzbekistán y Kazajistán se han alejado de los problemas geopolíticos globales y prefieren centrarse en proyectos regionales. Ambos países prefieren involucrarse principalmente en inversiones chinas y turcas de infraestructura, que realmente permitirán a los países de Asia Central eludir a Rusia y diversificar sus rutas de exportación
Turquía
Erdogan fue el único mandatario de la OTAN en la reunión de Samarcanda, su asistencia desde la perspectiva turca es una partida doble geopolítica.
El objetivo principal turco es el apaciguamiento militar de Moscú. Ankara se ha acercado económica y políticamente a Rusia en los últimos años, incluso ha comprado sistemas de defensa rusos S-400, que derivo en sanciones estadounidenses. Erdogan y Putin tienen relaciones cordiales, aunque pueden estar en lados opuestos en distintos conflictos, pero parece que aplican la creencia (realista) de que un apretón de manos entre lideres fuertes genera un mejor orden internacional que el provisto por las democracias liberales.
Además, en los últimos meses, Ankara se ha vuelto económicamente dependiente de Moscú, por medio de la inyección monetaria, necesaria para evitar una crisis de balanza de pagos antes de las elecciones turcas de 2023. En concordancia, Turquía no se ha sumado a las sanciones económicas occidentales contra Rusia. La relación comercial de Ankara con Moscú, desde el gas natural hasta el comercio, es importante para los balances económicos de la primera. La economía turca se encuentra en un estado delicado, principalmente debido a la mala gestión y la búsqueda inflexible de Erdogan de sus propias teorías económicas. No obstante, desde el comienzo del año, más de $20 mil millones USD de origen desconocido aparecieron por en los balances de Turquía. Los economistas turcos asumen que gran parte de esto proviene de Moscú, incluido un pago inicial de la compañía estatal de energía atómica de Rusia, Rosatom, que está construyendo la primera planta de energía nuclear de Turquía. Entonces, a pesar de la venta de drones de Turquía a Ucrania, la supervivencia económica y política de Erdogan puede depender de Putin.
Adicionalmente la aparición de Erdogan en la cumbre, tiene un propósito en las relaciones de Turquía con Occidente, como señal de que Turquía tiene las opciones abiertas. El papel de “socio de diálogo” de Turquía con la OCS envía el mensaje correcto: Ankara ya no es un transatlántico (y eurocéntrico) leal y quiere una política exterior no alineada, con un pie en cada bloque. Para el gobierno de Erdogan, esto proporciona a Turquía la capacidad para maximizar su influencia en la región y perseguir sus objetivos geopolíticos.
Irán
Esta reunión de la OCS es un momento pleno para Teherán. Más de una década después de que solicitó unirse, Irán firmó un memorando para cumplir con las obligaciones de convertirse en miembro de pleno derecho para 2023. Antes del acuerdo nuclear de 2015, China justificó negar la membresía de Irán debido al estado de este último como país sancionado por el Consejo de Seguridad de la ONU, evitándole así a la organización sanciones estadounidenses.
En un momento de tensiones geopolíticas entre occidente y oriente, la posición política de Teherán es ventajosa. China y Rusia, que al igual que Irán ahora enfrentan un creciente aislamiento y sanciones occidentales, buscan hacer crecer el club de países que presionan para establecer un mundo multipolar que conlleve a unos Estados Unidos menos poderosos.
Días antes de la Asamblea General de la ONU, Irán busco utilizar su participación en la OCS para demostrar a Occidente que tiene opciones en este orden mundial multipolar. Las conversaciones entre Irán, EE. UU. y los estados europeos sobre la restauración del acuerdo nuclear de 2015 se han estancado una vez más. En consecuente, Irán puede demostrar que no está obligado a un acuerdo con los EE. UU. y, en cambio, puede cooperar intensamente con China y Rusia para generar inmunidad contra las sanciones occidentales. A su vez, la membresía de la OCS proporcionará a Irán una póliza de seguro en caso de conflicto en el CS de la ONU sobre las conversaciones del acuerdo, donde Teherán confiaría en Moscú y Beijing para frustrar los intentos de renovar las sanciones occidentales.
Aun así, es poco probable que la OCS resuelva los mayores problemas de Irán mientras persistan las sanciones estadounidenses. El gran jugador económico en el club de la OCS es China, con la cual es probable que Irán ya haya tocado el techo del comercio bilateral, que mayormente comprende exportaciones de petróleo iraní. Debido las sanciones secundarias de EEUU tanto las economías de Beijing y Delhi, que son conscientes de las repercusiones, es poco probable que estén dispuestas al riesgo de la represalia estadounidense por impulsar el comercio económico y la inversión con Irán.
Asimismo, si fracasan las conversaciones nucleares, Irán se enfrentará a una creciente escalada con Israel y posiblemente con EEUU. En este contexto, es difícil suponer que la OCS intervendrá para proteger a Irán, pues la organización no tiene un acuerdo de seguridad colectiva al estilo de la OTAN y se ha mantenido en gran medida pasiva en los conflictos recientes, debido en parte a que las decisiones de la OCS requieren consenso. Las respuestas de China y Rusia a los recientes ataques israelíes contra Irán indican que el acercamiento político con Tel Aviv delimitaría el alcance de su apoyo a Teherán.
Igualmente, la OCS también ha equilibrado la membresía de Irán al invitar, a convertirse en nuevos “socios de diálogo, a países árabes como Arabia Saudita y Egipto. En suma, la OCS brinda a Irán cierto grado de prestigio y cobertura política, pero hace poco para promover sus principales prioridades económicas y de seguridad.
China
Esta cumbre es la primera visita de Xi fuera de China desde el comienzo de la pandemia de Covid-19. Antes del próximo congreso del Partido Comunista Chino, el presidente chino aprovechó la oportunidad para asegurarles a sus socios y enemigos dentro y fuera de China que él tiene un firme control, y que su autoaislamiento diplomático no ha resultado en la ausencia de China del escenario mundial. Sino al contrario, el poder y peso global de China no han hecho más que crecer.
La aparición de la delegación china en la cumbre de la OCS reafirma la asociación de China con Rusia en este contexto crucial. Además de reafirmar los intereses chinos en Asia central y enviar un mensaje de alcance internacional. A principios de año, los líderes de la OTAN condenaron a China como una amenaza para el orden mundial. El G7 emitió un comunicado advirtiendo a China de una mayor escalada en el Estrecho de Taiwán. Esta reunión oriental es la encarnación de una contranarrativa. Se constituye como una versión del multilateralismo, pero dentro de la zona de confort de Beijing y Moscú. Esta área de influencia sino-rusa conlleva comodidad, pero también pragmatismo y flexibilidad para poder cooperar, por ejemplo, Xi ha concedido lo suficiente en la prolongada disputa fronteriza de China con India para que Narendra Modi está presente en Samarcanda. De este modo, China sustenta sus afirmaciones de que Occidente invoca a la "comunidad internacional" para sus causas de forma cada vez más hueca. China ha creado una realidad multilateral alternativa, que no es del todo antioccidental, ni del todo antidemocrática, de forma crítica en un momento de creciente rivalidad entre sistemas o bloques.
En vísperas de la cumbre, junto con los enfrentamientos fronterizos entre Tayikistán y Kirguistán, otros dos miembros de la OCS, Armenia y Azerbaiyán, estaban al borde de otro conflicto bélico. En este contexto, parece muy poco probable que una organización que incluye enemigos de larga data, como India y Pakistán o China e India, se convierta en una alianza de seguridad más estrecha, o incluso logre resolver sus propios conflictos internos.