Los primeros años del nuevo Siglo proporcionaron un escenario de uno en un millón para la región latinoamericana: precio elevado de las materias primas, crédito externo asequible y demanda cuantiosa de China. Si no se fomentó la inversión, la diversificación productiva y la absorción tecnológica, y en vez de ello se optó por el ensanchamiento del aparato exportador primario y de bienes de baja tecnología, la respuesta debe rastrearse en la falta de ambición y de una ideología progresista en el círculo del poder, nos dice el economista chileno José Gabriel Palma, académico de la Universidad de Cambridge en Reino Unido y de la Universidad de Santiago y de Valparaiso en Chile.
El caso de Chile y la Argentina se citan como reflejos de la paradoja que azota a la región: política comercial, industrial y económica ineficaz alineada a un mayor endeudamiento de los hogares al tiempo que multinacionales, traders, rentistas y especuladores disfrutan de cuantiosas utilidades.
¿Y qué hay del acreedor mundial por excelencia? Pese a las bondades y el poder económico que goza China en la actualidad, tampoco es un secreto la fragilidad financiera que sufre: agenda económica combativa a los intereses de Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales, así como las desalentadoras proyecciones de crecimiento para sus principales socios comerciales (Estados Unidos, Europa y Japón).