Con comerciales ingenioso durante el Super Bowl, una fruta irresistible y un apetito al parecer insaciable de los consumidores en Estados Unidos, los productores de aguacate de México han conseguido hasta ahora separar los aguacates del terreno en conflicto que los produce, al menos hasta que una amenaza a un inspector de agricultura estadounidense esencialmente cerró las exportaciones la semana pasada.
Pero mientras los productores siguen sufriendo extorsiones del crimen organizado y los taladores siguen talando bosques para despejar tierras para el cultivo de aguacate, otra amenaza acecha: campañas por una competencia más verde y quizás incluso un boicot.
La mayoría de los partidarios de una producción más sostenible no están pidiendo un boicot total.
Los aguacates “son una porción muy grande de la economía del país o la economía regional, y prohibirlos enteramente no sería beneficioso” para granjeros ya en apuros, dijo Gareth Elliot, un gerente de restaurante en Nueva Jersey que administra la página de Facebook “Blood Avocados” (Aguacates Sangrientos). “Pero si hubiese más estudios ambientales y los aguacates fuesen producidos en una manera responsable, resolveríamos el problema juntos”.
Hasta ahora, la asociación de productores y empacadores mexicanos ha tomado pocas medidas para resolver los problemas, al igual que su rama promocional en Estados Unidos, Avocados from Mexico, pese a que los granjeros en México reportan tener que pagarles miles de dólares por protección a bandas de narcotraficantes por cada huerto de aguacates.
Quienes no pagan son amenazados con el secuestro, el asesinato y el descuartizamiento de familiares.
Las asociaciones de productores han comprado comerciales millonarios en el Super Bowl, pero no se han molestado en crear un programa de certificación que les asegure a los consumidores que el aguacate que compran no está relacionado con pagos a los cárteles de las drogas, los mismos que inundan Estados Unidos con letales píldoras de fentanilo falsificadas para que parezcan Xanax, Adderall u Oxicodona.
Ningún grupo respondió a pedidos de comentario sobre el asunto. El presidente de México ha insinuado que la suspensión de las importaciones de aguacate es parte de una conspiración contra el país.
Ese tipo de programa de certificación es lo que quieren muchos activistas.
“Creo que eso podría ayudar a elevar la sensibilización”, dijo Elliot, que afirma que mucha gente pudiera no estar al tanto del problema. “Llamar la atención del consumidor que compra le habla más claro a la política estadounidense o incluso la política global que lo que hacen las protestas”.
Pero la renuencia de Elliot a un boicot pudiera esfumarse si la tala ilegal y la plantación de aguacate llega al corazón de las reservas de las mariposas monarca en el estado occidental de Michoacán.
Hasta ahora, los agricultores solamente se han acercado a los bordes de las zonas de protección de los pinares montañosos en donde las mariposas pasan el invierno antes de regresar a Estados Unidos y Canadá. En el presente, las cimas son demasiado frías y elevadas para el aguacate, pero con el cambio climático, eso, como todo lo demás, pudiera cambiar. “Las mariposas monarca no tienen la opción de hibernar en otras partes”, dijo Elliot. “No creo que los estadounidenses quieran decirles adiós a las mariposas monarca”.
El chef J.P. McMahon, que tiene los restaurantes Aniar, Cava y Tartare en Irlanda, ya comenzó a proponer que no se compren aguacates.
Los aguacates son “percibidos como algo saludable, y el contraste con lo que en realidad le hacen” al ambiente y la sociedad, “no pudiera estar más lejos, polos opuestos, absolutamente no”, dijo.
McMahon ha tratado de promover recetas de guacamole más sostenibles y producidas localmente que usan col rizada o alcachofas de Jerusalén. Ha sido una batalla difícil: ha recibido mensajes furiosos de productores mexicanos que dicen que necesitan los ingresos, y comensales y chefs que quieren aguacates. “Pero yo me mantengo firme”, manifestó.
“El desastre ambiental, la deforestación causada para satisfacer la fiebre de aguacate sobre tortillas tostadas me repugnó tanto que decidí dejar de comerlos completamente”, escribió McMahon en noviembre. “Casi cinco años después, extraño el aguacate, pero no voy a participar de la explotación de la tierra y la gente para satisfacer un antojo”.
Y existen otros países sin las disputas de tierras, escasez de agua, extorsión de carteles, especies en peligro y tala ilegal que tiene México que podrían tratar de suplantar la dominante porción mexicana de 80% de las importaciones estadounidenses con aguacates más sostenibles. Perú, Colombia y Chile tienen sus propios problemas, pero la extorsión de productores por las pandillas no es uno de ellos.
“Los exportadores colombianos ven en Estados Unidos un mercado del mayor potencial y hay unas oportunidades y unas ventajas enormes para producir aguacate en Colombia”, dijo Juliana Villegas, vicepresidenta de exportaciones de la agencia ProColombia.
“Nosotros tenemos un lujo, diría yo, en Colombia y hasta podemos sentirnos en nuestra frontera agrícola. Nosotros tenemos hoy millones de hectáreas disponibles sin deforestar. Eso creo que es una ventaja enorme que tenemos que aprovechar. Las áreas cultivables en Colombia son muy, muy amplias”.
Cualquier prohibición sostenida de las exportaciones de aguacate pudiera de hecho beneficiar a las familias mexicanas que no pueden ya comprar la fruta debido a la alta demanda internacional.
Pero la pérdida de ingresos sería devastadora para los campesinos mexicanos que —como muchos otros en Latinoamérica— se han pasado casi cinco siglos buscando un cultivo milagroso que los saque de la pobreza.
Azúcar, caucho, bananas, tintes naturales, café, cacao llegaron y se fueron, pero nunca cumplieron realmente esa promesa. O eran solamente prácticos en plantaciones grandes con trabajo esclavo o podían ser cultivados en forma más barata en otras partes, o enfermedades y substitutos sintéticos fueron desastrosos para las cosechas.
Para México, el aguacate ha sido ese cultivo milagroso por casi 25 años. Un granjero con apenas unas pocas hectáreas de árboles de aguacate puede pagar por la universidad de sus hijos o comprarse una camioneta nueva para llevar su producto al mercado y evitarse intermediarios, algo que ningún otro cultivo ha podido ofrecer.
Pero no son los consumidores en Estados Unidos quienes están en las líneas del frente: muchos activistas solitarios, amenazados, en pueblecitos mexicanos están peleando contra la tala ilegal y la expansión de los huertos de aguacate hacia los bosques.
El activista Guillermo Saucedo trató de instituir patrullas de granjeros para detectar tala ilegal y aguacatales no autorizados en Villa Madero, Michoacán, el año pasado.
Consiguió que entre 60 y 70 personas participaran en las patrullas, a partir de mayo. Pero el 6 de diciembre, Saucedo fue secuestrado, golpeado y amenazado por un cártel del narco que protege o invierte en huertos de aguacate.
Esta semana, Saucedo dijo que detectó un enorme estanque de retención de agua como los que cavan los agricultores de aguacate en un pueblecito cerca de Villa Madero, pero duda que el gobierno vaya a frenarlos.
“La Guardia Nacional no hace nada. Lo único que puede parar esto es la gente misma, acudiendo a las protestas”.