Hace unos días se dio a conocer el interés de Colombia (y con él, la Alianza del Pacífico) de ingresar a la OTAN y aunque por ahora las negociaciones parecen haberse congelado, los intereses de fondo y las alarmas en América Latina no deben apagarse. Según comenta el periodista argentino, Alberto Rabilotta, es la pieza del rompecabezas que falta para que el imperio estadounidense acabe “por la mala” con aquellos países de la región que han osado adoptar políticas socioeconómicas que favorecen el desarrollo para reducir la pobreza.
Desde luego, las reacciones de los presidentes y políticos de la zona no se han hecho esperar, pues el inminente accionar de esta relación busca crear las condiciones “legales” (en las cortes supremas, por ejemplo), de que seguirán las campañas mediáticas y políticas para sembrar la confusión, desestabilizar las sociedades y hacer retroceder los avances logrados en muchos de los países de la región. De ahí, la importancia de este acuerdo, puesto la adhesión de Colombia a la OTAN la terminarán convirtiendo en un brazo de la tenaza que ha puesto en marcha el imperio. El otro brazo es la negociación para incorporar a Colombia, Perú, Chile y México al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, su sigla en inglés).
Cabe destacar además, que Estados Unidos no está solo en este plan. El gobierno Conservador canadiense del primer ministro Stephen Harper tampoco aceptó la derrota del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), lo que explica las subversivas agendas de Ottawa y Washington hacia los gobiernos latinoamericanos que buscan rescatar su soberanía, como Honduras, Venezuela, Ecuador y Bolivia, por ejemplo.