La República es la gente, es el Estado. El desarrollismo es la estrategia que promueve el progreso y el desarrollo económico. Esto tiene que ver principalmente con garantizar derechos: derechos civiles, derechos políticos, derechos sociales y derechos republicanos, éstos últimos se definen como los derechos de cada ciudadano a poder contar con un patrimonio público y que éste no sea capturado por intereses privados.
Luego de la “Revolución capitalista” y de la “Revolución Industrial” se inició el inicio del desarrollo de una etapa para que la humanidad lograra en buena medida sus principales objetivos: seguridad, libertad individual, bienestar económico, justicia social y protección del medio ambiente.
Finalmente, dependerá de la sociedad en su conjunto construir un mejor futuro con base en su propio potencial.
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El flujo de capitales hacia América Latina se ha vuelto más volátil principalmente por los siguientes factores: 1) las políticas monetarias de las economías industrializadas; 2) los precios de los productos básicos en el mercado mundial; 3) la estabilidad bancaria y financiera internacional y 4) el desempeño macroeconómico y las perspectivas de crecimiento de las naciones latinoamericanas.
De este modo, la entrada de flujos de a corto plazo a disminuido y en algunos casos también se han constatado salidas cuantiosas por el menor atractivo que representó para arbitrajistas y especuladores invertir en el mercado cambiario latinoamericano ante la inestabilidad y el peligro de devaluación reinante.
Adicionalmente, bancos extranjeros radicados en la región sustrajeron capital para transferir a sus casas matrices con el objetivo de satisfacer la mayor demanda de liquidez de los países industrializados.
Finalmente, las naciones de América Latina tendrán que priorizar el resguardo de los fundamentos económicos básicos y ser consecuentes con las políticas monetarias y fiscales pues sólo así conseguirán atraer flujos más estables y fomentar la demanda interna, y, de ese modo, disminuir la vulnerabilidad ante el imprescindible de capital internacional.
Desde el segundo semestre del año 2013, la amenaza deflacionaria global se aceleró e incluso expandió a Europa y Estados Unidos; también en la periferia e incluso en los mayores países de Europa.
En particular, en países como Portugal, Irlanda, Grecia, Chipre y España; al subordinarse a condicionadas y contraproducentes políticas de austeridad y ajuste estructural impuestas por la troika (BCE, UE y FMI).
Para el caso de Estados Unidos, las cifras de octubre de 2013 indican precios decrecientes, simultáneamente, en -0.1% tanto los precios al consumidor (ipc) como los precios pagados a los productores (ipm).
Finalmente, para China se observa una creciente desaceleración de la tasa de inflación, ésta cayó de 6.2% en agosto de 2011 a 2.7% en julio de 2013, excluidos los alimentos; si a esto se añade la reciente caída gradual del mercado de commodities, pueden preverse tiempos de turbulencia para las economías emergentes.
Treinta años después de la crisis de deuda externa en América Latina, es importante reflexionar de nueva cuenta sobre la forma en que ha evolucionado el acceso al financiamiento externo, las lecciones aprendidas y lo largo del período y los desafíos, antiguos y nuevos que enfrenta. En especial en el mercado de bonos.
Ya en la década del nuevo milenio, la composición de las emisiones de deuda había cambiado y el mayor peso había pasado de la deuda soberana a la deuda corporativa y a los mercados locales; la deuda se emitía en un espectro de divisas más amplio, había mejorado considerablemente la calidad de crédito, y la deuda externa de América Latina y el Caribe atraía a una mayor y más diversificada base de inversores.
Finalmente y sin embargo, los avances económicos y financieros de los últimos treinta años, no han producido cambios en la estructura productiva de la región. Los cambios estructurales deben estar en el centro de un proceso de crecimiento a largo plazo para que la igualdad sea una realidad.
Han pasado veinte años desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Canadá y Estados Unidos. Para el caso mexicano, la promesa consistió en que el acuerdo impulsaría el crecimiento y el desarrollo del país. A la fecha esto no ha sucedido.
De hecho, México ocupa el lugar 18 de 20 países en cuanto al crecimiento del PIB real per cápita. Lo que hay en contraste, es un aumento importante de la pobreza fundamentalmente a partir de la crisis de 2007/2008. Visto en retrospectiva, la pobreza se encuentra prácticamente al mismo nivel de 1994.
Adicionalmente, México no ha logrado diversificar su comercio exterior, por el contrario, la dependencia al ciclo económico estadounidense ha sido mayor en relación a los veinte años anteriores. Con la crisis, las remesas han caído al tiempo que la franja migratoria se volvió más rígida a partir de los atentados del 11 de septiembre.
En suma, el salario real se ha estancado y las perspectivas de la economía mexicana pese a haber concretado “reformas estructurales” no parecen apuntar hacia un futuro promisorio. La revisión de los resultados del TLCAN obligan a llevar a cabo una discusión que replantee la inserción de México en la economía mundial.