Los ajustes no sólo no funcionan sino que provocan el efecto contrario. Después de que generó desempleo y sufrimientos innecesarios a millones de personas, el FMI reconoce ahora que la política económica impuesta por Berlín, Bruselas y el propio FMI al sur de Europa es un fracaso. Un informe del organismo internacional con sede en Washington, firmado por su economista jefe, Olivier Blanchard, admite definitivamente una idea que habían adelantado tímidamente en su informe de octubre de 2012: los ajustes tienen un impacto mucho mayor de lo previsto en el desempleo, la inversión y el consumo. A pesar de que el informe tiene la firma del economista jefe y de que es alojado y publicado en su página web, el FMI publica una paradójica aclaración: no representa las opiniones del organismo. Basándose en estudios comparativos y modelos matemáticos, Blanchard y el también economista del organismo Daniel Leigh aseguran que la austeridad prescrita en países como Grecia, Portugal o España, es un error. Titulado "Errores en las previsiones de crecimiento y multiplicadores fiscales", su informe demuestra que la estimación de 0,5 euros de contracción por cada euro de ajuste era demasiado optimista. Según ellos, el efecto de los ajustes es tres veces mayor, y la economía se estaría achicando 1,5 euros por cada euro de ajuste.
La inyección masiva de dólares vía los programas de facilitación cuantitativa [Quantitative Easing] favoreció la depreciación del tipo de cambio dólar/euro en los últimos meses.
Prevalece la especulación financiera con posiciones largas, compra de divisas a un precio determinado que esperan venderse en el futuro a un precio mayor, pasando de 1.240 a 1.333 dólares por euro de julio de 2012 a enero de 2013. Los países de América Latina tampoco son ajenos a ésta situación.
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Las tendencias económicas hacia América Latina han sido reforzadas desde el inicio de la crisis global. Los nuevos márgenes de independencia de la región cobran relevancia cuando se pone el acento en la dimensión geopolítica y la reinserción periférica salta a la vista, cuando se prioriza la evaluación económica.
En este sentido, “Pos-liberalismo” y “Consenso de commodities” son dos conceptos que sintetizan ambas miradas. La primera noción remarca la vigencia de una nueva etapa signada por la política exterior independiente, la multiplicación de gobiernos progresistas y el retroceso de la derecha. El segundo término resalta el reforzamiento uniforme de modelos centrados en la exportación de bienes primarios.
La mundialización neoliberal ha reconvertido a América Latina en una economía con alta centralidad de la agro-exportación, la minera y los servicios a costa del desarrollo industrial. Lo más llamativo es la continuidad de tendencias en el reciente periodo de crisis global.
El 23 de enero de 2014 el peso de Argentina se devaluó 10% frente al dólar, el tipo de cambio cerró en 7.75. Hay voces que apuntan ya hacia una inevitable crisis cambiaria en la economía sudamericana.
Este proceso no es nuevo. Empieza por lo general por un creciente desequilibrio en la balanza de pagos, con lo cual la desconfianza de los inversionistas aumenta con su efecto en la suspensión de la renovación de la deuda, con esto el país sufre quiebras severas de bancos y empresas.
El paso siguiente es la apreciación gradual del tipo de cambio para contener la inflación al alza. Sin embargo, si el aumento del tipo de cambio es mayor al aumento del PIB las presiones aumentan sobre la cuenta corriente. Esto obliga el ajuste por medio de la devaluación cambiaria.
El país entra entonces en una mayor “fragilidad financiera” mermando aún más la confianza de los inversionistas y favoreciendo un circuito peligroso de endeudamiento.
La política se orienta a aumentar la tasa de interés para frenar la inflación, esto mantiene en el mediano al tipo de cambio sobrevaluado y crea un mercado “paralelo” para la moneda argentina. Esta situación encarece el crédito internacional y pone en riesgo la manutención de un alto nivel de reservas.