La dramática caída en la cuenta corriente de China se refleja en cuatro factores principalmente. En primer lugar, el aumento del costo de importaciones de materias primas; segundo, el lento crecimiento de las economías avanzadas; tercero, el fortalecimiento del tipo de cambio real a favor del renminbi y cuarto, la inversión masiva china como estímulo a la crisis financiera.
La mayor preocupación de la economía china más que en el déficit de la cuenta corriente que presupone como fundamento la crisis financiera global, debe centrarse en el exceso de confianza en la inversión como motor del crecimiento. La inversión representa casi la mitad del PIB, más del doble del promedio mundial. Al mismo tiempo, el consumo privado es inferior al 40% del PIB, con un 60% es una cifra más normal que las economías con niveles similares de desarrollo.
Más que exista un vínculo entre las variaciones en el tipo de cambio y la cuenta corriente, la caída de los saldos de cuenta corriente y comerciales del país asiático es parte del contexto de crisis y recesión de las economías desarrolladas. Ante este panorama, la flexibilización en el tipo de cambio chino puede fungir como un estabilizador en un esquema de libre mercado, anexo a los fuertes controles de capital, a cualquier impacto nacional o foráneo económico, financiero o político.