La inmensa acumulación de capital ficticio, cuyas operaciones el sector hipotecario fueron la chispa que desencadenó la crisis global de 2007/2008 y que le dieron el aspecto de una crisis financiera, sólo se vio empañada por la recesión mundial de 2009/2010. Pasado el momento de pánico y salvado el sistema financiero mundial, los inversores financieros lograron salir airosos gracias a las inyecciones de liquidez emprendidas por los bancos centrales, básicamente del G-7. Así, los mecanismos mundiales de valorización del capital por apropiación de la plusvalía han dependido permanentemente de la inyección continua de moneda por parte de la Reserva Federal (Fed) estadounidense.
En la mayoría de las grandes economías denominadas “emergentes”, el endeudamiento privado sigue siendo muy inferior al alcanzado en los antiguos países industrializados. No obstante, desde febrero de 2014 es evidente que hay una creciente inquietud por parte de las autoridades de estos países en relación a nuevas crisis bancarias.
La constatación de la atonía del crecimiento mundial, a pesar de las “políticas monetarias de inyección de liquidez”, lleva a las organizaciones financieras internacionales a exigir con insistencia a los gobiernos que dejen de depender de los bancos centrales. Sin embargo, ello podría desencadenar una depresión económica mundial de enormes proporciones. En suma, la crisis sigue su curso.