En enero, antes de que los globos espía que flotaban sobre el territorio continental de Estados Unidos y América Latina reavivaran el debate sobre los intereses de China en el hemisferio occidental, el profesor de la Universidad de Shanghai Jiang Shixue publicó un artículo de opinión en el Global Times, titulado: “Creo que los argentinos crearán más gloria”. Argumentaba que la posible adhesión de Argentina al BRICS, la celebración de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el 24 de enero y, por supuesto, la victoria en el Mundial de Fútbol auguraban un futuro prometedor para Argentina.
Temas similares se destacaron a nivel oficial el 30 de enero, cuando el ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, habló por teléfono con su homólogo argentino.
Los elogios de Jiang a Argentina ofrecen una interesante visión de cómo los académicos chinos ven a Argentina como un pilar clave en el compromiso de China con América Latina, así como de los obstáculos que perciben que impiden a Argentina alcanzar su máximo esplendor.
Jiang señaló en primer lugar que Argentina debería fortalecer su gobernanza. Aunque calificó el sistema democrático argentino de “resistente”, señaló que si un nuevo gobierno electo llega pronto al poder, puede “simplemente abandonar varias políticas del gobierno anterior”. Se trata de un guiño a las próximas elecciones presidenciales de 2023 y a cómo pueden afectar a las relaciones entre China y Argentina.
El actual presidente, Alberto Fernández, un líder de izquierdas que ha profundizado las relaciones con China en los últimos años, se enfrenta a la oposición de su propio partido. Su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha sido condenada por corrupción y podría pasar hasta seis años en la cárcel. Y la nación se enfrenta a su peor crisis de inflación en décadas, que alcanzará el 95% en 2022.
Si un candidato de derechas llega al poder, podría dificultar las relaciones entre Argentina y China en los próximos años. Cuando el ex presidente derechista Mauricio Macri estaba en el cargo, intentó inicialmente revisar varios proyectos financiados por China y firmados por la administración Kirchner. Acabó reanudando megaproyectos como la línea ferroviaria Belgrano, al tiempo que cancelaba un acuerdo sobre una central nuclear. El gobierno de Fernández reinició varios de los proyectos desechados, pero la continuación de esta tendencia de “dos pasos adelante, un paso atrás” causaría sin duda un quebradero de cabeza a los funcionarios e inversores chinos.
En segundo lugar, Jiang sugirió que Argentina “aproveche al máximo” sus “ventajas comparativas”, especialmente sus ricos recursos naturales. Aunque no mencionó explícitamente el litio, este recurso natural se ha convertido en el nuevo “oro blanco” para Argentina, Chile y Bolivia, conocidos colectivamente como el Triángulo del Litio.
Las empresas estatales chinas Ganfeng y Zijin están muy implicadas en la explotación de litio en Argentina. Ganfeng, por ejemplo, tiene una participación del 51% en el proyecto Cauchari-Olaroz, en la provincia de Jujuy, planea comprar un grupo minero argentino llamado Lithea y construirá una planta de extracción de litio en la provincia de Salta. Por su parte, Zijin compró una empresa canadiense que explotaba el proyecto Tres Quebradas e invertirá en una refinería de litio. Esta actividad no hará sino aumentar, ya que se espera que Argentina proporcione el 16% del suministro mundial de litio para 2030.
Jiang también animó a Argentina a aumentar sus exportaciones de carne vacuna, lo que beneficiaría a China como principal cliente de carne vacuna de Argentina. Pero Jiang lo hace sonar como si el problema de las exportaciones de carne vacuna de Argentina fuera interno, señalando que el gobierno argentino suspendió las exportaciones de carne vacuna durante 30 días en 2021. De hecho, también hubo una disminución de la demanda de China debido a su incertidumbre económica autoimpuesta en medio de la política de COVID cero. Lo más probable es que las exportaciones argentinas de carne vacuna a China vuelvan a los niveles anteriores a la pandemia en los próximos meses y años.
En tercer lugar, Jiang escribió que Argentina debería invertir más en innovación tecnológica. Alabó el hecho de que, de los 17 ganadores latinoamericanos del Premio Nobel, cinco sean argentinos. Pero señaló que el país “no ha conseguido suficientes logros” en los campos de la ciencia y la tecnología. Ésta puede ser una razón clave por la que China ha incrementado sus intercambios científicos y tecnológicos con Argentina. El año pasado, ambas partes crearon el Centro Binacional China-Argentina de Estudio de Políticas para la Innovación y la Tecnología. Y entidades chinas han construido el centro de investigación espacial Espacio Lejano en Neuquén y un centro de investigación antártica en Ushuaia, cerca de Tierra de Fuego.
Por último, Jiang concluyó destacando la necesidad de que Argentina refuerce la “cohesión social”. Advirtió de que los argentinos “no sólo salen a la calle para celebrar a... Maradona y Messi... sino que también salen a la calle para expresar su descontento golpeando cacerolas, haciendo huelgas por sus propios intereses o bloqueando arterias de tráfico con neumáticos ardiendo”. Esta inestabilidad potencial afectaría a los intereses comerciales chinos en Argentina; protestas similares han obstaculizado las operaciones mineras chinas en Perú y otros lugares. Lo interesante aquí es cómo Jiang proyectó la constante preocupación de China por “mantener la estabilidad”, tanto a nivel nacional como internacional.
En definitiva, el artículo de Jiang nos ofrece una visión de la opinión china sobre Argentina como socio estratégico clave en la región. También muestra las prioridades optimistas de China para Argentina y su esperanza de que la nación, que ha experimentado una reciente serie de logros, siga alcanzando la “gloria” tanto para sí misma como para China.