El proceso que China ha vivido tras la muerte de Mao (1976) se ha articulado en torno al renacimiento del país, ideal asociado a dos variables fundamentales: modernización y soberanía. Si bien existen ciertas dudas respecto al éxito que traería consigo la continuidad del modelo de crecimiento actual, es inobjetable que el fin del aislamiento y la aceptación de la interdependencia se han reafirmado a la par de una vocación soberana. Sin embargo, el reformismo económico ha avanzado de la mano del conservadurismo político: el control de la economía sigue girando alrededor del Comité Central del PCCh.
A nivel del sistema interestatal, la principal preocupación de Estados Unidos respecto a China, consiste en que ésta se muestra obstinada en alinearse sin objeción a su hegemonía y promover un proyecto alternativo. Washington hará todo lo posible por entorpecer la viabilidad de las alianzas de Pekín, ya sean bilaterales (Rusia, Birmania) o multilaterales (OCS, BRIC), sin dejar del lado las presiones sobre el yuan y los derechos humanos.
A nivel doméstico, el mayor desafío al que se enfrenta China es el de garantizar un continuado y elevado ritmo de crecimiento económico. Una vez agotado el modelo de crecimiento hacia afuera, algunos subrayan que el cambio hacia el crecimiento interno, el impulso tecnológico, social, ambiental, etc., son insuficientes. En marzo de 2012, Wen Jiabao sugirió estimular una mayor inversión privada en los sectores estratégicos tutelados por el Estado: energía, finanzas, telecomunicaciones, ferrocarril, educación, salud, etc.
¿Controlar o crecer? Ese parece ser el dilema al que se enfrentan los gobernantes chinos. Mientras, los multimedia hacen propaganda a favor de una mayor apertura con frases como "la desmonopolización es la clave para lograr la prosperidad" o "los monopolios públicos son responsables de la profunda brecha de riqueza existente en China", apadrinadas tanto por el FMI como por algunos grupos internos.
Un proceso de tal magnitud traerá consigo resistencias domésticas, además de incrementar las contradicciones sociales a tal punto que podría afectarse la estabilidad. Por ello, la clave de la subsistencia no debiera buscar en el exterior, sino en la superación de las dificultades en el interior. El éxito interno pasa por resolver las carencias estructurales, y esa es sin duda, la mejor carta de presentación que China puede presentar al resto del Mundo.
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