José Manuel Barroso, se convertirá en el presidente “no ejecutivo” de Goldman Sachs, esto no vino exactamente como una sorpresa. Se trata de un hombre que presidió la Comisión Europea durante 10 años y, desde el principio, siguió una agenda corporativa, con sus estrechos vínculos con las grandes empresas y los bancos de la UE que representan un rasgo clave del proyecto europeo actual.
Pero este movimiento ha catapultado el “problema de la puerta giratoria” de la UE en la agenda política, que causa pérdidas, asombroso y las reacciones de incredulidad, lo que lo convierte en un símbolo de la influencia corporativa excesiva en los más altos niveles de la UE. Barrroso desde otoño de 2014 ha trabajado en distintos rubros: las artes, la academia y de los “lobbyfests# corporativos de la Cumbre Empresarial Europea y la Conferencia Bilderberg, además tiene fuertes vínculos corporativos que otros ex comisionados han tomado: Viviane Reding, Karel De Gucht, Neelie Kroes, por nombrar algunos.
En este contexto, el movimiento Barroso de Goldman Sachs es particularmente indignante, Goldman Sachs tuvo un papel central en la causa de la crisis financiera de 2000. Goldman Sachs también es un jugador importante en el vestíbulo Bruselas. Se declaró un presupuesto de presión de la UE de al menos € 1.000.000 y ha tenido al menos 22 reuniones de alto nivel con la Comisión desde diciembre de 2014.
¿Será el caso Barroso un punto de inflexión en la forma en que la UE, y específicamente la Comisión empuñadura giratoria puerta se mueve? Sin duda, es alentador ver la rápida reacción del ministro de Asuntos Europea Francesa, Harlem Désir, que calificó la medida como "escandalosa" y dijo que "el presidente de la Comisión Europea debería estar por encima de las presiones de los intereses privados”.
Según los informes, fuentes de la Comisión han dicho que el papel de Barroso en Goldman Sachs no constituye una infracción de las normas actuales, y el jefe portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas, ya ha descartado cualquier revisión de las normas contenidas en el Código de Conducta de los Comisarios. La pregunta ahora es: ¿las instituciones de la UE tienen la voluntad política de hacer algo al respecto?