La gran crisis internacional de Estados Unidos, y extendida a partir de 2008 a casi todo el mundo, dio pie a que la vieja y poco creíble institución del Fondo Monetario Internacional, tuviese cabida una vez más. Mientras que durante más de tres décadas fue el actor principal en los países de desarrollo, ahora su eje gira entorno de Europa. Sin embargo, a estas alturas, ya con bastante desacreditación por diversos desastres sociales causados por las políticas impuestas en el Sur, el FMI aprovechó la crisis para volver a recuperarse y generalizar en el Norte las mismas políticas nefastas. La misma lógica está siendo aplicada actualmente en el Norte: el FMI se convierte en acreedor de diversos países de Europa occidental y, más allá de las recomendaciones que prodigaba aquí y allá, ahora interviene directamente en las políticas económicas en el corazón del viejo continente. Lejos de servir al interés de las poblaciones afectadas por la crisis, el FMI actúa al servicio de las grandes potencias y de las empresas transnacionales, entre las cuales las grandes sociedades financieras privadas desempeñan un papel fundamental.