Después de que la crisis tocará fondo en 2009, es hasta estos recientes meses que se puede notar cierta mejoría en la economía mundial. Al menos, las últimas estadísticas muestran que la producción per cápita ha crecido en las economías avanzadas, aunque no tanto como en las emergentes, después de haber mostrado crecimientos negativos. Sin embargo, los datos demuestran de que a pesar de las drásticas caídas en la producción, tanto la productividad del trabajo como las ganancias bancarias no mostraron significativas caídas, al contrario se incrementaron aun más en medio de la turbulencia global. A pesar de ello, las IFS de los países más maduros siguen sin tener la solvencia, la rentabilidad y la disminución de los riesgos, suficientes como para poder competir contra las IFS de los países emergentes.
Otro resultado importante de la crisis, es que los ricos son ahora mucho más ricos. Este problema gira entorno a la socialización de las deudas de grandes bancos, en las cuales los ciudadanos no tienen ni el más mínimo ápice de culpabilidad. Al menos, como ejemplo están los Islandeses, quienes fueron capaces de promover una auditoria para la deuda y poder reducir así, costos ilegítimos que pesen sobre los contribuyentes.
Finalmente, también hay que destacar que una reciente investigación muestra que las instituciones bancarias sistémicas extraen significativas rentas de riesgo moral , es decir, la función primordial de lo bancos de canalizar el ahorro a la inversión, prácticamente ya no opera y lo que es peor: se encuentra atascada en las bóvedas de la Reserva Federal. Si a esto se le aúna que la lógica actual de las empresas, que ya no es crear más empleo sino maximizar la producción de plusvalor; en un ambiente deflacionario, el consumidor tenderá a aplazar su gasto, con la esperanza de que los precios bajen, que en medio de políticas de austeridad y corte del gasto público alimentará aun más la espiral de la ‘gran recesión', así como de la desigualdad e indignación social.