Durante el último año se ha producido un aumento generalizado de la inflación en todo el mundo. Las razones son bastante heterogéneas. Más allá de reducir la explicación a la oferta y la demanda, es necesario tener en cuenta las características estructurales de cada mercado en particular, y los efectos de las políticas fiscales, monetarias y regulatorias (ver más).
Entre la infinidad de productos disponibles en el mercado financiero internacional, el gas es uno de ellos. Debido a su relevancia y mínima diferenciación cualitativa, se negocia al por mayor en los mercados internacionales tanto al contado (tarifas corrientes) como a futuro. Esto lo expone a la volatilidad del mercado, haciéndolo muy sensible a las expectativas del mercado y a las variaciones de los tipos de interés.
Esta negociación internacional es la primera parte de la formación de valor. Implica a las empresas de extracción cuya oferta depende principalmente del nivel de los tipos esperados, ya que determinados métodos de extracción, como el gas de esquisto, requieren una mayor cantidad de referencia para ser rentables. Por lo tanto, no hay limitaciones de suministro mientras el precio siga siendo alto. La disponibilidad de gas no debería ser una dificultad en condiciones normales de mercado.
Las empresas públicas producen el gas que se consume en los países de la región, cuyo valor está sujeto a sus costes de producción y no a la tarifa fijada en los mercados financieros. Pero en México, las importaciones de gas se acercan al 80% y en Chile al 78%; Perú, aunque es exportador neto de gas natural, es importador neto de gas licuado de petróleo (GLP).
Al depender de las importaciones de gas, está sujeto a los referentes internacionales, que se han visto afectados por el exceso de liquidez en el mercado debido a la política monetaria no convencional utilizada por la Reserva Federal desde marzo de 2020. Además, las importaciones se realizan en dólares estadounidenses, por lo que el costo del consumidor se ve directamente afectado por el tipo de cambio.
El importe final que paga el consumidor no es el valor internacional. Los costes de transporte, almacenamiento y distribución que se acumulan desde los pozos de extracción hasta el consumidor final son relevantes. En general, el Estado suele ser el propietario de los gasoductos y las infraestructuras necesarias para el transporte de gas de los monopolios regulados, por la magnitud y los costes de instalación que conllevan.
Las empresas privadas importan, almacenan, distribuyen y venden los combustibles finales, y en Perú representan el 65% del valor final. Brasil, Colombia y México viven una situación similar, con unas pocas empresas que se concentran en el almacenamiento y la distribución. La falta de competencia en el sector tiene un efecto esencial en el gasto de los consumidores, ya que la demanda es estable independientemente del coste. Las autoridades de la competencia de México y Chile ya han iniciado investigaciones al respecto.
En América Latina, el consumo doméstico es una pequeña parte de la demanda total. Por ejemplo, en México, el uso doméstico del gas apenas supera el 1%, mientras que alrededor del 60% se destina a la generación de electricidad y el 21% a la industria. En Perú, el 55% se destina a la generación de electricidad, el 18% a la industria y el 1,5% al consumo doméstico. En general, estos patrones de consumo son bastante similares en los países de la región, con la única excepción de Argentina y Chile, que tienen un mayor consumo doméstico, especialmente durante el invierno.
La contracción económica y la lenta recuperación de la producción indican que la demanda de gas como fuente de energía para alimentar la industria y la generación de electricidad no ha ejercido presión sobre el mercado.
Aunque las estructuras oligopólicas internas de la región provocan unas tarifas más elevadas y están sujetas a la regulación de las autoridades de la competencia, la mayor parte del aumento del valor del gas se debe al exceso de liquidez en el mercado, que ha provocado una subida generalizada del valor de la materia prima. Además, como el gas es un insumo para la industria y la generación de energía, el aumento de sus tarifas internacionales puede provocar un aumento de los costes de producción que se traslada a otros productos y provoca una mayor inflación.