El tema de la integración regional en América Latina y el Caribe vuelve a cobrar interés nuevamente, debido a que su potencial nunca ha sido aprovechado cabalmente; a que existe una recesión o estancamiento del mundo desarrollado, - con el que hay una relación crucial en términos de inversiones, exportaciones y participación en cadenas globales de valor –; a que se ha avanzado enormemente en la interconexión entre los países gracias a los avances en diversas tecnologías, infraestructura y transporte; y, a que se cuenta con un mercado regional mucho más fuerte (como resultado del aumento de su población y la gran expansión de su clase media). Por otro lado, en los años 2000 ha habido una revisión de las políticas económicas seguidas en las dos décadas anteriores, y se ha dado una creciente importancia a la política industrial o de desarrollo productivo. Ello ha sido resultado de una búsqueda de alternativas a las políticas del Consenso de Washington ante el limitado impacto que tuvieron en el desarrollo y el crecimiento en América Latina y el Caribe. En general, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de los países de la región no ha logrado iniciar una convergencia con los de los países avanzados a lo largo de las últimas décadas y los problemas de desigualdad y de pobreza no se han resuelto.
En este estudio se aprecia que las economías de América Latina y el Caribe han tenido una baja dinámica de crecimiento económico en los últimos 21 años si se compara con China, la India y los países del Sureste asiático como Corea, Malasia, Indonesia, Tailandia y Vietnam. Su estructura del PIB muestra un gran dominio del sector servicios, que en promedio aporta el 67,8% al total para el período mencionado seguido por el sector secundario, con el 21,2% y el sector primario con el 11%. Se agruparon los países de América Latina y el Caribe en cuatro categorías, según el tamaño de su PIB. Las economías más pequeñas fueron las que tuvieron el peor desempeño económico en los últimos 21 años. Considerando que la mayor parte de ellas son especialmente vulnerables a desastres naturales, entre otros problemas, parecen requerir de especial atención cuando se piensa en el desarrollo de la región. El análisis también muestra que la estructura productiva de América Latina y el Caribe ha cambiado a favor del sector servicios, mismo que muestra un desempeño bastante negativo en productividad. A pesar de la modernización que pueda haber atravesado el sector servicios en la intermediación financiera, transportes y telecomunicaciones, y la creación de nuevos nichos en servicios, como los servicios empresariales, todo ello no ha logrado contrarrestar el desempeño del amplio sector de servicios de baja productividad. De hecho este sector ha sido el receptáculo del desplazamiento de mano de obra de todo el resto de la economía.
El rezago en materia de productividad en las economías, en su conjunto, se explica por las bajas tasas de inversión en prácticamente todos los sectores productivos, la falta de gasto en actividades científicas y tecnológicas (ACT) y de Investigación y Desarrollo (I+D), y la ruptura de cadenas productivas. En cuanto al desempeño en el sector externo de América Latina y el Caribe, éste ha sido mixto en el período 1990-2011, con un gran dinamismo en sus exportaciones en la primera década y una fuerte desaceleración en la segunda década, con lo contrario sucediendo en las importaciones. Esto junto a un coeficiente de importaciones mayor al coeficiente de exportaciones en tres de los cuatro grupos de países considerados, resulta en una brecha externa negativa para gran parte de la región. Existe una especialización de exportaciones de la mayor parte de los países en el sector de materias primas y productos intensivos en materias primas, concentrándose por tanto en productos de baja tecnología, siguiéndoles las de media y baja tecnología, pero muy pocas en el segmento de alta tecnología. Para que la región pueda emprender en forma cooperativa un nuevo rumbo, se requiere de una política de desarrollo productivo o política industrial compartida que ponga especial énfasis en un impulso tecnológico a las diversas esferas productivas, explorando nuevos nichos en que se puedan aprovechar los avances en I+D; se integren cadenas productivas en la región; se promuevan alianzas público-privadas, se haga un esfuerzo por tomar iniciativas regionales que sean más inclusivas de las zonas más atrasadas; y, se facilite el financiamiento de proyectos productivos a nivel regional. En muchos ámbitos ya existen experiencias importantes de políticas de desarrollo productivo subregionales que podrían replicarse más ampliamente en América Latina y el Caribe. Una visión estratégica conjunta de desarrollo productivo podría ayudar a (1) aprovechar cabalmente los beneficios de la inversión extranjera directa (IED), por ejemplo, estimulando la formación de proveedores para esta a nivel regional; (2) impulsar las asociaciones público-privadas, que a nivel subregional se han dado en forma limitada (desarrollo de la infraestructura, sector automotriz por ejemplo), pero que podrían ser más amplias, involucrando a las traslatinas y a los gobiernos; (3) ampliar y/o destrabar el financiamiento para los sectores productivos, especialmente los más vulnerables como las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), ayudando, a la vez, a su asociatividad y la creación de cadenas productivas que vaya más allá de las fronteras nacionales –; (4) desarrollar y aprovechar al máximo la interconectividad a través de las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC) para impulsar los negocios regionales, la creación de capacidades y la I+D; y, (5) aprovechar nuevas fuentes de financiamiento para desarrollar servicios ambientales que permitan proteger el medio ambiente y crear, al mismo tiempo, empleos en zonas pobres y remotas, que frecuentemente se encuentran en áreas fronterizas.