El análisis en cuestión versará sobre la experiencia de los países europeos que aceptaron el Euro como moneda común, enfocándose en aquellos en los que han tenido turbulencias económicas en los recientes años; los "emergentes", como Grecia, Irlanda, Portugal y España.
Al observar el comportamiento de del PIB per-cápita, de 1990 a la fecha, de los países de Europa en general se puede llegar a varias conclusiones:
La introducción de una moneda común no parece ser un factor relevante en el crecimiento de los países participantes del euro. Los países no participantes del euro presentan un crecimiento igual, y en ocasiones más robusto, a los participantes de la moneda común. Y existe una tendencia del PIB per-cápita de los países emergentes hacia los niveles de los más desarrollados, como Alemania; antes de la crisis de 2008.
Al entrar en el euro, los países emergentes mostraron patrones similares, de 1999 a 2007, en cuanto a un aumento del PIB per-cápita, aumento de empleo; aunque de la misma forma se vieron aumentados los costos laborales unitarios, las importaciones, Grecia y Portugal experimentaron un periodo importante de gasto sin canalizarlo a la inversión. Y se creía que las emisiones de deuda de los bancos centrales de estos países emergentes eran tan seguras como las de Alemania o Francia.
Después de la crisis iniciada en 2007 el panorama cambia de importante manera para toda Europa. El desempleo aumentó, en los países del euro, a niveles superiores que los que había antes de conformarse el euro. Los niveles de deuda pública en los países emergentes son indeseables. La productividad y las ganancias no se han recuperado a los niveles del 2000. Y el horizonte se muestra inamovible en el estancamiento actual. Aunque la situación es más tenue en los países que no conformaron al euro que no tienen problemas de deuda y su crecimiento se desaceleró considerablemente pero la mayoría de ellos no fue negativo; Polonia, por ejemplo, es un caso extraordinario donde su crecimiento fue boyante de 1999 a 2007 y apenas decreció una décima y media en lo sucesivo.
El panorama es incierto pero existen medidas que deben tomarse si es que se quiere que la zona euro perdure. En primer lugar habría que blindar de seguridad la deuda de los países emergentes mediante un apoyo total por parte del Banco Central de Europa. Después se tendría que plantear planes creíbles y agresivos para la reducción del déficit fiscal y la deuda pública de los emergentes. En lo consecuente es de imperiosa necesidad incurrir en cambios institucionales para reducir los riesgos de un apalancamiento excesivo. Y por último, pero no menos importante, se tendría que crear políticas para aumentar la productividad y estimular la competitividad de las industrias.
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