En medio de las tensiones crecientes de la guerra comercial iniciada en el 2018 entre Estados Unidos y China, las empresas estadounidenses comenzaron a mirar hacia el horizonte en busca de tierras más seguras y estables para sus productos. Fue en este escenario de incertidumbre y desafíos que Japón emergió como un faro de oportunidad y se acuñó el concepto de friendshoring, distinto del referido a la cercanía a EE. UU., nearshoring.
La relación entre EE. UU. y China se ha deteriorado rápidamente. Los aranceles y las represalias comerciales crearon un ambiente de incertidumbre que inquieta a los mercados globales y los conflictos políticos han creado un escenario de conflicto militar posible. Empresas como Apple, Google y recientemente Microsoft (que junto con Facebook, Amazon y Netflix forman el grupo de las FAANG, por sus siglas en inglés), así como grandes fondos de inversión como Goldman Sachs comenzaron a buscar alternativas. Japón se presentó como una opción geográfica natural, con su economía estable, mano de obra altamente calificada y un conjunto de empresas de alta tecnología.
Las primeras señales del nuevo rumbo lo dieron las grandes corporaciones tecnológicas de Estados Unidos. Las empresas de Silicon Valley, el corazón occidental de la innovación tecnológica comenzó a dirigir su mirada hacia el sol naciente. Las gigantes tecnológicas (FAANG) empiezan a establecer centros de investigación y desarrollo en Tokio y otras ciudades japonesas. Apple desde el 2015 ya posee un centro de investigación situado en Tokio, Google comenzó operaciones en Chiba desde marzo del 2023, mientras que Microsoft planea inaugurar una en algún momento de 2024. Estos centros no solo buscan aprovechar la avanzada infraestructura tecnológica de Japón, sino también colaborar con empresas locales en proyectos de vanguardia.
El Banco de Japón, con su política de tasas de interés bajas y su enfoque en estimular la economía, ha creado un entorno atractivo para la inversión. El gobierno japonés, consciente de la oportunidad que se presenta, implementó reformas para facilitar la entrada de capital extranjero, redujo las barreras arancelarias, y se allanó el camino para los inversionistas extranjeros.
En Wall Street, los gestores de fondos y capital de riesgo comenzaron a redirigir recursos hacia el mercado japonés. Los mercados bursátiles de Tokio observaron un aumento en la actividad, con el índice Nikkei 225, con un aumento constante desde el 2020, de 23,300 puntos, a 30,000 puntos en el 2024; un incremento total de aproximadamente 30%.
La reorientación del capital impacta profundamente las relaciones geopolíticas. La alianza entre Estados Unidos y Japón se ve fortalecida en términos económicos y estratégicos. Ambos países son aliados en el QUAD, acuerdo militar para contrapesar a Rusia y China, en el Mar del Japón y en el Estrecho de Taiwán para contener la creciente influencia económica y comercial de China en la región.
Con la guerra comercial de telón de fondo, Japón es percibido como un refugio seguro para las empresas estadounidenses. En cada inversión, en cada nueva empresa establecida, se narra una historia de adaptación, oportunidad y colaboración. Mientras las tensiones entre EE. UU. y China continúan, el sol del amanecer japonés brilla con más fuerza, que ilumina un futuro prometedor para las empresas estadounidenses que encontraron su nuevo hogar.
Estos nuevos lazos económicos afectan el enfoque tradicional de seguridad y amplían la cooperación tecnológica, dejando de lado la competencia y los acuerdos que ya tenían, como la Alianza de Seguridad, firmada en 1951. Los cambios son para tener un plan de acción en caso de una posible confrontación militar, así como para crear centros de investigación y desarrollo tecnológicos situados en Japón con el objetivo de diversificar su dominio en distintos terrenos de conflicto. Es crucial reconocer que la estrategia estadounidense a menudo distorsiona la percepción de las amenazas para justificar su política exterior y sus objetivos militares. Al presentar a China como una amenaza mayor al american way of life, EE. UU. puede avanzar en sus intereses geopolíticos y económicos en esa región con el apoyo ahora de Japón.
La dirección de las inversiones en tecnología, provenientes de occidente están concentradas principalmente en semiconductores e inteligencia artificial. Es claro que lo que busca el presidente Biden es intentar suplir uno a uno los bienes que le provee China. Cualquier exportación japonesa es enormemente competitiva, lo que para las FAANG es sumamente rentable. Esta estrategia podría resucitar la economía japonesa.
Desde el 2022 Estados Unidos nuevamente ha vuelto a ser el mayor inversor extranjero en la isla con una cantidad de aproximadamente 9.3 mil millones de USD (JETRO) igual que el año anterior. La colaboración en tecnología, la estabilidad económica de Japón y las sólidas relaciones bilaterales seguirán impulsando esta tendencia, a medida que ambos países enfrentan desafíos globales y buscan innovar en conjunto.
EE. UU. se encargó de desmentir el mito del “nearshoring” como el futuro del comercio internacional en el continente americano. En su lugar colocó el concepto llamado “Friendshoring”, que consiste en reubicar las cadenas de suministro en países aliados o con relaciones amistosas, en lugar de en regiones inestables. El “Friendshoring” entre ambos países y el “Nearshoring” en México son respuestas estratégicas a las cambiantes dinámicas globales. Ambas buscan fortalecer las cadenas de suministro y sobre todo reducir la dependencia de China, pero lo hacen a través de enfoques complementarios. Mientras uno se enfoca en la colaboración tecnológica y la estabilidad política con un aliado fuerte pero lejano, el otro aprovecha al máximo la proximidad geográfica y la eficiencia logística de un vecino. Dicho enfoque busca reducir los riesgos geopolíticos y garantizar las cadenas de suministro más confiables y seguras. Ambos países han adoptado de manera recíproca el friendshoring como parte de sus políticas económicas y estratégicas, después del inicio de la Guerra Comercial. Las preocupaciones de Washington con el Dragón Asiático respecto a su seguridad nacional son en torno a una amenaza en términos de robo de propiedad intelectual, riesgos cibernéticos y la posibilidad de interrupciones en la cadena de suministro, por el temor desmedido ante la emergencia de nuevo orden mundial.
Ambos gobiernos proporcionan incentivos para que las empresas inviertan en las economías de cada uno. Estos incluyen incentivos fiscales, subsidios y subvenciones para construir instalaciones de manufactura y centros de investigación, contraviniendo los acuerdos pactados en 1995 en la Organización Mundial de Comercio (“Las subvenciones prohibidas son aquellas cuya concesión está supeditada al logro de determinados objetivos de exportación o a la utilización de productos nacionales en vez de productos importados. Están prohibidas porque están destinadas específicamente a distorsionar el comercio internacional, y por consiguiente es probable que perjudiquen al comercio de los demás países.” OMC). También buscan mejorar la infraestructura para poder sustentar los proyectos que se tienen, que incluye desarrollar redes de transporte, centros logísticos e infraestructura digital para facilitar operaciones eficientes y competir de este modo con la Ruta de la Seda.
El “Friendshoring” entre EE. UU. y Japón busca mejorar la seguridad y la resiliencia económica en un mundo en constante movimiento. Este enfoque permite que ambas naciones colaboren estrechamente en industrias clave como la tecnología, manufactura avanzada y la inteligencia artificial, lo que crea un frente unido para enfrentar las incertidumbres globales y les permite a ambos mitigar riesgos asociados a la dependencia de mercados volátiles o inestables.
La alianza entre estos dos gigantes económicos no solo fortalece la cadena de suministro, que les permite asegurar un flujo continuo de bienes y servicios, sino que también fomenta un entorno propicio a la innovación. La sinergia entre capacidad tecnológica y excelencia en manufactura abre nuevas oportunidades para el desarrollo de productos y servicios de alta tecnología, que pueden impulsar la competitividad global de ambas economías.
La innovación y tecnología japonesa son mundialmente reconocidas y la idea de una colaboración más estrecha genera una atracción hacia más empresas multinacionales estadounidenses, por sus ventajas competitivas. Según BEA, las EMN japonesas tienen cuatro veces más ventas que las EMN estadounidenses. (ver gráfico)
Las empresas multinacionales estadounidenses, con su capacidad de adaptación y visión estratégica, están en posición de aprovechar el conocimiento de sus socios en esta nueva dinámica. No solo se redefinen las estrategias empresariales y la IED entre estas naciones, sino que también se refuerzan los lazos económicos y políticos, afectados en la década del 90, cuando EE. UU. acusó a Japón de lo que ahora acusa a China.
Para concluir, el friendshoring de EE. UU. en Japón es la estrategia destinada a mejorar la seguridad y resiliencia económica frente a China. Dada la dotación de factores japonesa la capacidad de desarrollo tecnológico se verá potenciada con esta alianza que no sólo mitiga riesgos, sino también le abre nuevas oportunidades al país del sol naciente. Con esto, el Oeste consolida a Japón como un refugio seguro y aliado estratégico para las empresas estadounidenses. EE. UU. no solo diversifica sus fuentes de suministro, sino que también fortalece su posición geopolítica en la región de Indo-Pacifico. Al consolidar a Japón como un refugio seguro y un aliado estratégico, el Oeste asegura una presencia robusta en una zona crucial para el comercio y la seguridad global. Esta relación simbiótica beneficia a ambas naciones: Japón recibe inversiones y EE. UU. obtiene tecnología y un socio confiable en una ubicación geoestratégica clave para el futuro de la economía fragmentada.