El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) se trata del tratado comercial plurilateral más grande, incluye a Estados Unidos, Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, quienes en total suman cerca del 40% de la economía global. De esto, Japón y Norte América suman las cuatro quintas partes.
No es el tamaño del acuerdo ni su concentración lo que sorprende, sino la forma en la que se han llevado a cabo las negociaciones y los alcances que podría tener. En general si hay algo que esconder es una mala señal en los tiempos de la transparencia. En términos comerciales de bienes no ofrece nada nuevo y poco adicional dado que existen TLC entre casi todos los 12 países miembros y entre estos y Estados Unidos con pocas excepciones como Australia y Nueva Zelandia.
Desde su creación las negociaciones se llevaron a cabo en secreto y ahora que poco a poco va saliendo a la luz puede observarse distintos ángulos que dicho tratado trae consigo. Los derechos de propiedad intelectual, las patentes de medicinas, la posibilidad de que las empresas demanden a los gobiernos, así como menores requisitos a las normas de origen, son temas que generan mucha inquietud. Igualmente merecen atención los capítulos 9 y 11 sobre inversiones y servicios financieros.
Médicos sin Fronteras alertó que el TPP extenderá el periodo de vigencia de las patentes más allá de los 20 años previstos actualmente, con lo que se retrasa o bloquea la disponibilidad de medicamentos genéricos. El endurecimiento en los temas de propiedad intelectual afecta además el acceso a música, películas, libros y materiales y hace que el conocimiento en general se mantenga mucho más difícil y costoso dificultando así el desarrollo de las economías emergentes.
El TPP también pone en riesgo la soberanía de los países. Un documento revelado por WikiLeaks hace unos años muestra que el TPP permitirá a las grandes empresas demandar a los gobiernos y solicitar millonarias indemnizaciones a cuenta de los contribuyentes cuando sus intereses o ganancias se vean afectados por regulaciones internas.
En cuestiones laborales el TTP obliga a los estados miembros a modificar sus legislaciones laborales, para garantizar una mayor explotación de la fuerza de trabajo; esto no sólo tiene consecuencias para los países económicamente dependientes, también para la clase obrera norteamericana, que tendrá como presión el traslado de sus fuentes de empleo a otros países, y con ello la disminución de sus respectivos salarios y la pérdida de empleos. El beneficio para los otros once es la generación de empleo que ahora carece de derechos tras las reformas laborales que disolvieron los sindicatos, al menos en América Latina.
El TPP al mismo tiempo representa una maniobra geopolítica encabezada por Estados Unidos para influir en la Cuenca del Pacifico que ha sido dominada por China en los últimos años. Al mismo tiempo busca destruir aquellas integraciones regionales sudamericanas que dejen fuera a Estados Unidos, tal es el caso del MERCOSUR en Sudamérica.