Un contexto nada idílico para el TTIP
Hace ya algo más de tres años se pronosticó que el TTIP tendría un impacto geopolítico de primera magnitud, y serviría para amortiguar en cierto modo el anunciado “pivote hacia Asia” de los Estados Unidos. Se esperaba que la negociación fuese sencilla y que antes del final del segundo mandato del presidente Obama se pudiese concluir con éxito. Pero no ha sido así. Al fin, la Unión Europea ha reconocido algo que parecía evidente: es improbable y no es realista cumplir el ambicioso timing que se planteaban las partes. ¿Por qué? La explicación radica en la progresiva complicación de las negociaciones.
Los anti-TTIP han influido en la opinión pública y también en la esfera política. Tanto es así que en las últimas semanas hemos visto declaraciones de líderes alemanes y franceses declarando que el acuerdo comercial no estaba listo o estaba, directamente “muerto”. Incluso, a finales de la semana pasada se llegó a solicitar por parte de Francia y Austria la paralización de las negociaciones y la reanudación de las mismas bajo otro nombre, dada la mala prensa que tendría ya el TTIP.
Aunado a esto, las dudas sobre hacia dónde irá el proyecto comunitario tras el impacto que tuvo la decisión británica de salir de la UE, junto con un calendario de citas con las urnas extremadamente complejo y agitado , donde además partidos que no comparten el clásico consenso pro-europeo tienen opciones reales de lograr avances muy significativos, entonces no podemos sino concluir que las posibilidades reales de que el TTIP se firme, al menos a corto plazo, son cada vez menores.