Conclusiones de las cumbres
Por: Óscar Ugarteche: La semana del 26 al 30 de enero sesionaron en paralelo, una vez más, las cumbres económica y social mundiales. Una en Davos, Suiza, y la otra en Belem do Pará, Brasil. En común tenían la incertidumbre sobre la magnitud y el fin de la crisis. Para los de Davos, después todo volverá a ser lo mismo; para los de Belem, todo será distinto.
Mientras algunos pocos empresarios, banqueros y jefes de Estado estuvieron en Davos; por primera vez en la cumbre social hubo cinco presidentes sudamericanos que dialogaron con movimientos sociales del mundo, en señal de apertura.
Mientras en Davos hay un agotamiento de ideas y se limitaron a repetir la importancia del sistema de libre mercado, dando loas a las intervenciones públicas para rescatar el sistema como está; en Belem el panorama era otro. El incidente donde el primer ministro turco se paró tras ser acallado por el moderador 12 minutos entrado en su intervención, luego de que hablara el primer ministro de Israel 20 minutos, mostró a la opinión pública mundial al poder dividido. El primer ministro turco se paró y se fue, y con él una parte del público.
Sumado el tema político con el económico, terminó Davos sin ánimo y con los participantes desencantados, dicen los principales cables internacionales. Dicen los periódicos que los antes poderosos ausentes se hacían sentir y que mientras unos han perdido sus cargos en el último año, otros están en la cárcel.
En Belem, al borde del río Amazonas y con calor ecuatorial, al revés del congelado Davos, hubo muchas ganas. “Otro mundo es posible” es el lema de este foro desde el 2001 cuando se inauguró bajo los auspicios del grupo Attac de Francia (asociación para un impuesto Tobin a los movimientos de capitales, por sus siglas en francés) e Ignacio Ramonet de “Le Monde Diplomatique”, con el apoyo del Partido de los Trabajadores de Brasil.
Ahora decían “otro mundo es posible y es necesario”. Esta no es una crisis financiera, es el consenso. Es una crisis económica, ecológica, tecnológica, teórica y civilizatoria, además de financiera. Ningún esquema de rescate sobre las premisas anteriores funcionará, ninguna recuperación económica explicada en la tecnología basada en combustible fósil será viable. Ningún sistema económico que no comience por considerar a su población podrá tener futuro y peor, el multilateralismo —también en crisis— tendrá que tomar en cuenta el peso de las poblaciones en las distintas regiones del mundo. No hay desarrollo posible sin tener en cuenta la viabilidad de vida en el planeta que por primera vez está seriamente amenazado, al grado que ya no es solo una bandera de Greenpeace sino del ex vicepresidente de EE.UU. Al Gore.
Más que nunca se requiere una organización tributaria internacional para que ponga impuestos a las empresas transnacionales y supervise su cobro; la eliminación de los paraísos fiscales; el reconocimiento de que la banca es un bien público que debería ser nacionalizado —idea de Gordon Brown, entre otros— ha calado profundamente entre quienes expresan parcialmente su apoyo a jubilados que acaban de perder sus fondos de pensiones o están perdiendo sus casas hipotecadas. Dicen que “otro mundo es posible” con mayor presencia del Estado en la economía, regiones agrupadas para asegurar su estabilidad financiera e independencia del dólar. (Ir al sitio)