Estados Unidos quiere poner freno a la globalización. El presidente Donald Trump arrancó ayer su primera semana en el poder con un gesto a los votantes de clase obrera que le ayudaron a ganar en noviembre y que se sienten perjudicados por las deslocalizaciones industriales. El republicano Trump cumplió su promesa y firmó un decreto para retirar a Estados Unidos del TPP, un acuerdo con once países de la cuenca del Pacífico promovido por su antecesor, el demócrata Barack Obama. Trump también ha anunciado que renegociará el tratado de libre comercio con México y Canadá (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés).
Las primeras medidas tangibles llegan después de un fin de semana caótico, en el que la Casa Blanca se embarcó en una batalla con los medios de comunicación y divulgó a conciencia datos falsos sobre la cifra de asistentes en la jornada inaugural, el viernes. "Lo que acabamos de hacer es una gran cosa para el trabajador americano", dijo el presidente mientras firmaba el documento sobre la retirada del TPP o Asociación Transpacífica, en el despacho oval de la Casa Blanca.
En la misma sesión, firmó otra orden que congela las nuevas contrataciones en la administración federal, excepto en las fuerzas armadas, y otra que corta ayudas a organizaciones no gubernamentales que promueven o financian la información o el acceso a abortos en el extranjero. Las órdenes ejecutivas son una manera rápida de impulsar la agenda y desmantelar el legado del presidente anterior sin la necesidad de pasar por el Congreso.
La primera ronda de decretos —el viernes firmó otro para facilitar el desmantelamiento de la ley sanitaria— no incluye la renegociación de NAFTA. "Empezaremos a renegociar NAFTA, la inmigración y la seguridad en la frontera", dijo Trump el domingo. El 31 de enero tiene previsto reunirse con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.
El proteccionismo comercial —la imposición de trabas a la importación de productos y servicios extranjeros— fue uno de los ejes de la campaña electoral de Trump. El otro fue el mensaje contra los inmigrantes mexicanos y musulmanes. El discurso inaugural tuvo como leitmotiv America first, América primero, un eslogan nacionalista y proteccionista contrario a la globalización, o al globalismo, la palabra que, en el vocabulario de los ideólogos del trumpismo, define el cosmopolitanismo y el liberalismo que el presidente quiere combatir.
Tanto la renegociación del NAFTA como la retirada del TPP son promesas electorales de Trump. Su rival demócrata en las elecciones del 8 de noviembre, Hillary Clinton, prometió en campaña la retirada del TPP.
NAFTA, que une México, Estados Unidos y Canadá en una sola área comercial, se aprobó en 1994 con el demócrata Bill Clinton, esposo de Hillary Clinton, en la Casa Blanca. Trump no se retirará del acuerdo, por ahora, sino que quiere renegociarlo. El TPP, negociado por la Administración del antecesor de Trump, el demócrata Barack Obama, afrontaba una dura oposición en el Congreso, que debía ratificarlo. Obama veía el TPP como una pieza central en su estrategia asiática ante China, país que no participaba en el tratada.
Las primeras decisiones de Trump marcan una ruptura con la política de Washington en las últimas décadas. EE UU ha impulsado la apertura de los mercados mundiales desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y ha sido uno de los máximos beneficiarios.
Trump rompe con uno de los dogmas de su partido, el republicano, que durante décadas ha llevado el estandarte de la economía de libre mercado y del libre comercio. El nuevo presidente, un magnate neoyorquino ajeno a la política hasta hace poco, ha transformado el partido de Lincoln y Reagan.
El senador John McCain, que fue candidato a la presidencia en 2008 y es uno de los republicanos más críticos con el presidente, dijo en un comunicado que la retirada del TPP es “un error grave que tendrá consecuencias duraderas para la economía americana y para [la] posición estratégica [de EE UU] en la región de Asia-Pacífico". La decisión de Trump, añadió, "creará un espacio para que China reescriba las normas económicas a expensas de los trabajadores americanos, y enviará una señal preocupante sobre el repliegue americano en la región de Asia-Pacífico en el momento en que menos podemos permitírnoslo".
La globalización ha dejado damnificados, también en EE UU, con el cierre y traslado de empresas a países con mano de obra más barata como México o China. El libre comercio no ha sido el único responsable, ni seguramente el principal. La robotización explica en gran parte la pérdida de empleos industriales.
Las regiones más golpeadas por este fenómeno, en el Medio Oeste, fueron clave en la victoria de Trump. El candidato republicano conectó con un sector del electorado, la clase obrera blanca, que se sentía desprotegida por los dos grandes partidos. Los demócratas, históricamente proteccionistas y aliados de los sindicatos y la clase obrera, se convirtieron en los años noventa, con la firma de NAFTA, en defensores del libre comercio.
Además de la firma de tres decretos, Trump dedicó su primera jornada presidencial en día laborable a reunirse con ejecutivos empresariales y con líderes del Congreso. Y habló por teléfono con el presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi.
Por la mañana desayunó en la Casa Blanca con los jefes de grandes empresas como Ford, Dell Technologies, Whirlpool, Johnson & Johnson, Lockheed Martin, Dow Chemical, U.S. Steel y SpaceX, entre otras. Por la tarde tenía prevista una reunión con “trabajadores americanos”, según la agenda oficial. Una versión anterior de la agenda, posteriormente enmendada, incluía en este encuentro a “líderes sindicales”. El mensaje era el mismo: desarrollar la industria y crear empleos es la prioridad. Obama ha dejado una tasa de paro del 4,7%, un nivel cercano al pleno empleo.