En primer término, se establece que la aplicación de la política de salarios mínimos en América Latina, ha atravesado por diferentes ciclos y sufrido el impacto de crisis económicas de variada naturaleza, perdiendo en la mayor parte de los casos su sentido de largo plazo. La historia nos refleja que el salario mínimo ha sido una política que ha ido mucho más allá de su objetivo principal, que es proteger a los trabajadores de más bajos salarios estableciendo un piso salarial digno.
Por lo que se refiere a los países seleccionados para el estudio, se resalta en Chile la aplicación sistemática de una política que ha buscado la valorización real del salario mínimo durante más de 20 años, por lo que se transforma en un caso atípico en la región. En Costa Rica, se observa un sistema de salarios mínimos múltiple, más característico de los países de América Central, diferenciando principalmente la calificación del trabajador; cabe señalar que estos salarios se aplican tanto en el área urbana y rural. Por lo que respecta a Perú, el salario mínimo se reajusta en forma irregular, lo que ha llevado a importantes variaciones en el nivel de informalidad. El último país en estudio, Uruguay, cuenta con un salario mínimo simple, de aplicación nacional para todos los asalariados del sector privado urbano.
Además, conforme al estudio, no es posible evaluar el nivel del salario mínimo sin tomar en consideración su capacidad de compra y en qué medida permite satisfacer las necesidades básicas de un trabajador y su familia o, más concretamente, superar los umbrales de pobreza.
Otra comparación de referencia importante para evaluar el nivel del salario mínimo que se menciona en el libro, es su relación con los salarios pagados efectivamente en la economía, dando que en cierta medida este indicador se puede asimilar a la capacidad de pago de las empresas.
En relación a los aspectos institucionales, se destaca la debilidad de la negociación colectiva y la sindicalización en la mayoría de los países en desarrollo y particularmente en tres de los cuatro países analizados: Chile, Costa Rica y el Perú, en tanto, en el Uruguay la reinstalación de los Consejeros de Salarios en 2005 ha permitido una negociación colectiva con una cobertura muy amplia y fuertes aumentos de salarios.
Una medida más mencionada en el estudio para evaluar si el salario mínimo es alto o bajo, resulta de comparar su nivel con la línea de pobreza. En este caso, se utilizó el salario líquido para el cálculo, descontando las cotizaciones obligatorias a la seguridad social de cargo del trabajador en cada país. Por ejemplo, en República Dominicana y México, el salario mínimo líquido era prácticamente igual a la línea de pobreza rural por persona, mientras que en el Uruguay estaba cerca de dos líneas de pobreza. El Perú, Chile y Costa Rica se encontraban en un rango de 2,6 y 3,6 de pobreza.
En este tenor, considerando el tamaño promedio de los hogares de cada país, en la zona urbana un salario mínimo líquido sería insuficiente para sacar de la pobreza a una familia en todos los casos. En tanto, en la zona rural un salario mínimo líquido alcanzaría justo a cubrir la línea de pobreza de un hogar en Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá y Ecuador.
Finalmente, por lo que se refiere al incumplimiento con el salario mínimo, se concluye que quitando las situaciones externas, cuando el salario mínimo es muy bajo o sumamente alto respecto del salario promedio, el mejor o peor cumplimiento con el salario mínimo está determinado por la calidad de la institucionalidad vigente. Por lo tanto, además de analizar el nivel del salario mínimo, se requiere revisar las instituciones que existen para verificar su cumplimiento.