El poder económico mundial ha cambiado aceleradamente, lo que ha generado tensión en la arquitectura financiera internacional. El líder en la arquitectura mundial ya no es el principal acreedor, sino el principal deudor mundial, y sus principales aliados, Europa y Japón, están estancados. El ascenso del mundo emergente, que consiste principalmente en un “amanecer chino”, está siendo extremadamente rápido. El Lejano Oriente y China en particular son los principales acreedores y productores del mundo, mientras que EEUU son los principales consumidores y deudores.
China es hoy un gran acreedor y el mayor tenedor de reservas internacionales del mundo, y tradicionalmente estas dos cartas han sido determinantes para poder ejercer un poder mundial, aunque le falta todavía otra carta importante, como es la capacidad de emitir una moneda de reserva internacional. No obstante, China no parece todavía en posición de asumir un liderazgo en la economía mundial: no es un país rico, sino un país de renta media-alta, y adquirida muy recientemente. Eso hace que todavía pida para sí menores obligaciones que los países desarrollados –algo incompatible con el liderazgo–. Pero, mientras tanto, va poco a poco desarrollando instituciones y experiencia, que luego podría aprovechar si continúa creciendo y mantiene su poder financiero.
La coordinación de los mayores emergentes en el grupo de los BRICS parece frágil, con intereses divergentes y regímenes políticos muy distintos. Las tensiones geopolíticas, principalmente de Rusia, también disminuyen la cohesión del grupo. Eso refuerza el poder preeminente de China entre los emergentes.
Los retos que este escenario internacional plantea son muy importantes. EEUU ha sido capaz de ejercer el liderazgo en un momento de crisis grave como 2009, pero las dificultades para la gestión de los desequilibrios globales en tiempos menos críticos se han revelado importantes: las políticas monetarias han perseguido principalmente objetivos nacionales, las políticas de tipo de cambio también. Ante una crisis grave, que podría producirse en los países emergentes o en los países desarrollados, no es descartable un liderazgo incompleto como el que describía Kindleberger para el período de entreguerras. Y tanto más importante como el liderazgo global, es fundamental que el liderazgo regional, tanto en Asia, como en Europa y América, se ejerza de forma “ilustrada”, considerando que el interés nacional de largo plazo debe tener en cuenta los intereses de los países socios, aun a costa sacrificar ciertos intereses nacionales de corto plazo.