En América Latina y el Caribe, entre el 8% y el 30% de las explotaciones están a cargo de una mujer, tendencia que ha venido en aumento en los últimos años. Lo cual demuestra que las mujeres están teniendo cada vez mayor autonomía económica, y que sus aportes a la seguridad alimentaria, la producción de alimentos y el bienestar social de la región son claves
Así se vislumbra una Feminización del campo, y que si bien existe heterogeneidad entre los países, se observan dos constantes en relación a las mujeres a cargo de explotaciones agrícolas: tienden a encabezar terrenos productivos de menor tamaño en comparación a los encabezados por hombres, y aquellos de menor calidad y potencial agrícola.
También existe una brecha significativa en contra de las mujeres en términos de asistencia técnica, capacitación y acceso al crédito. Para responder a ellos, la FAO señala la necesidad de que los programas de desarrollo rural tengan un tratamiento diferenciado en términos de género, especialmente en las políticas dirigidas a la agricultura familiar, puesto que éstas se adecúan más a su realidad (predios más pequeños, escasos recursos, tecnologías básicas, tierras de menor calidad, etc).
Por lo anterior, es necesario diseñar programas de apoyo que respondan simultáneamente a las necesidades de las mujeres como productoras y como integrantes de una familia.