La Unión Europea se ha presentado como el principal impulsor de las medidas en contra del cambio climático. Además de unirse a diversas iniciativas globales como el Acuerdo de París, los países europeos crearon planes propios para hacer frente a los problemas climáticos y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Sin embargo, Europa tiene cola que le pisen y esa debilidad yace en un mineral.
El llamado Pacto Verde Europeo (Green Deal en inglés) plantea una serie de propuestas de índole climática, energética, de transporte y fiscalidad que tienen por objetivo la reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 55% para el año 2030. Dado que las emisiones europeas provienen casi en un 75% de la producción y consumo de energía, el Green Deal planea descarbonizar a la Unión Europea.
Deshacerse del carbón no es una tarea fácil. Como podemos ver en el gráfico, si bien el consumo de carbón para producir energía ha bajado durante la segunda década del siglo XXI, aún es un combustible fósil importante para la región al representar poco más del 12% de la producción energética total.
Los países del este de Europa son los que más dependen del carbón. De acuerdo con datos de Eurostat, Polonia y Estonia se encuentran en una encrucijada debido a que estos dos países dependen del mineral para producir energía en un 70% o más. Chequia y Bulgaria también tendrán problemas para abandonar el carbón ya que su producción energética depende de él en un 45% y 39% respectivamente.
La Comisión Europea creó un calendario para informar cuándo abandonarían el carbón cada uno de los países de la región. Eslovaquia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda e Italia planean abandonarlo dentro de los siguientes 3 años. Alemania, España, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Rumania, Croacia, Chequia y Eslovenia lo harán entre el 2030 y el 2034. Por otro lado, Bélgica, Chipre, Letonia, Estonia, Austria, Suecia, Malta, Lituania, Luxemburgo y Portugal ya lo abandonaron. Sin embargo, Bulgaria lo hará hasta el 2039 y Polonia no se ha pronunciado.
La pandemia significó un reto para el suministro energético sin duda alguna pero el verdadero problema vino cuando se desató el conflicto ruso-ucraniano a principios del 2022. Cuando la Unión Europea impuso sanciones económicas a Rusia, éste respondió cerrando la llave de gas que abastecía una buena parte del continente lo que lleva a Europa a divisar los límites de su política verde.
Para hacer frente los europeos se dispusieron a bajar su consumo de gas para no sumirse en una crisis energética, pero esta decisión los orilló a devolverse al consumo del tan controversial mineral. Calificado como un paso amargo pero necesario, Alemania apostó por sus centrales de carbón y disminuyó las entregas de gas de Gazprom, la gasera rusa. Esto puede significar el adiós al objetivo de descarbonización 2030, ya que Alemania había contado con el uso de gas para funcionar como un paso intermedio entre la descarbonización y las energías renovables.
Además, Países Bajos, Austria, Reino Unido, Francia e Italia también anunciaron que deberán utilizar más carbón para reemplazar al gas ruso. Obreros en Austria reactivaron la planta de carbón de Mellach; en Francia se detuvo el cierre de las últimas plantas de Saint Avold; y en Reino Unido, Países Bajos e Italia se levantaron las restricciones para la generación de energía eléctrica a base del mineral.
Incluso si la reactivación de las centrales de carbón en Europa es temporal, el impacto al medio ambiente será mayúsculo y no solo le pondría un alto a la transición energética, sino que borraría los pocos avances ambientales que había conseguido la Unión Europea. Este mineral es de los combustibles fósiles que más contaminan (por no decir que el que más) y su consumo no hará más que acercarnos al límite de aumento de temperatura del Acuerdo de París.
La ya frágil protección al medio ambiente se ve aún más mermada por la guerra, lo que deja en claro que, aparentemente, el cambio climático no es una prioridad en la toma de decisiones. Mientras los países pobres sufren con mayor frecuencia las consecuencias del deterioro ambiental, los países ricos pelean sin tomar en cuenta las afectaciones al planeta y la vida en él.