A un año del cierre mundial por el COVID-19, observamos que los tipos de cambio respondieron a los mercados financieros más que a las condiciones macroeconómicas, en parte por la profundidad que ha alcanzado la financiarización en la economía, así como por la influencia que tienen las políticas de la FED (Reserva Federal de EEUU) sobre los mercados.
A diferencia de los libros de texto, donde los tipos de cambio son un reflejo del crecimiento económico, la inflación y las reservas internacionales, la relación del tipo de cambio con estas variables nacionales es cada vez más cuestionable. Por ejemplo, la libra esterlina se apreció 5% de enero 2020 a marzo 2021, mientras Gran Bretaña (GB) mantiene un déficit en cuenta corriente, crecientes niveles de endeudamiento y reservas internacionales que cubren solo dos meses de importaciones. A la inversa, en el mismo periodo, el rublo ruso, se depreció cerca de 20%, aunque Rusia mantiene un superávit en cuenta corriente, un bajo nivel de deuda y sus reservas internacionales cubren 14 meses de importaciones. En América Latina, donde se experimentaron superávits históricos en cuenta corriente, las monedas se depreciaron de forma simultánea, entre enero y marzo de 2020, y a excepción del real brasileño, se apreciaron entre el 18 de marzo y diciembre, mientras sus bancos centrales acumulaban reservas internacionales.
La intervención de los bancos centrales sobre los tipos cambio ha sido mínima. En general la base monetaria se incrementó, acompañada de incrementos en las reservas internacionales, excepto por Brasil y Chile que disminuyeron sus reservas.
Después de las desregulaciones financieras, los tipos de cambio del siglo XXI responden más a los mercados financieros que a las variables reales y esta relación es más profunda a medida que el sector financiero incrementa su importancia en la economía global. Esta relación entre el tipo de cambio y el mercado financiero de cada país se vuelve simbiótica, porque las divisas solo son vistas como un medio para entrar en el mercado financiero, por lo que su oferta y demanda se vuelven muy sensibles al mercado financiero.
El dólar, la divisa más operada en los mercados financieros en 2021 [Swift] con 87 % del total de operaciones, 2% más que en 2019, presentó una depreciación frente a todas las divisas, entre marzo y diciembre, resultado de la expansión cuantitativa puesta en marcha por la FED el 18 de marzo de 2020 equivalente al 15% del PIB de EUA. Simultáneamente, los mercados financieros más grandes, con monedas fuertes, como Pekín y Tokio, recuperaron las pérdidas observadas tras los mínimos en marzo y generaron ganancias a diciembre. Sus índices rebasaron el crecimiento de los índices estadounidenses y sus monedas se apreciaron.
Los mercados extraterritoriales, en cuyas economías las finanzas tienen gran relevancia y su moneda es altamente comerciada, no han conseguido recuperar las pérdidas sufridas a principios de 2020, sus mercados financieros están fuertemente vinculados a la banca británica, y se han visto afectados en parte por la incertidumbre creada por el Brexit y la caída de 20% de la economía británica en el 2 trimestre del 2020, equivalente a 10 años de crecimiento.
En algunos mercados financieros emergentes, como México y Chile sus divisas tuvieron mayor volatilidad y alta correlación con sus mercados financieros, pero fue posible recuperar de manera limitada la depreciación del periodo enero marzo del 2020 pérdidas y sus divisas en diciembre están en niveles similares a los observados antes de la pandemia.
Brasil, Rusia y Turquía tuvieron una mínima recuperación de sus bolsas y sufrieron las depreciaciones mas fuertes en este periodo, no obstante, sus monedas tienden a la baja de manera consistente durante los últimos años. En el corto plazo estas monedas responden a los mercados financieros, pero siguen su trayectoria de depreciación en el largo plazo. Los mercados más pequeños, en términos de capitalización, o que están en una etapa temprana, tienen un impacto en el tipo de cambio más limitado, como son los casos del Perú o Paraguay.
Los grandes mercados, como Japón, China o EEUU mantienen rendimientos superiores al 20%, los mercados emergentes y extraterritoriales como México, Singapur o Hong Kong después de la conversión cambiaria tienen un rendimiento cercano al 1 %.
Los mercados con mas dificultades son Colombia, Brasil, Rusia y Turquía. Colombia no ha recuperado por completo las pérdidas en el mercado financiero, el COLCAP, su principal índice financiero observó una caída de casi 50 %, acompañado de una depreciación de 25% del peso colombiano.
Se observa que las divisas apreciadas pertenecen a países con grandes mercados financieros, como el Renminbi Chino y el Yen Japones, las monedas de mercados emergentes y extraterritoriales mantienen un nivel similar al anterior a la pandemia y las de los mercados con mas dificultades son aquellas que se mantienen depreciadas.
Como se vio, los tipos de cambio responden a los mercados financieros, y como los mercados financieros responden a las inyecciones de liquidez de la FED, el precio de las divisas queda vinculado a la expansión de liquidez del dólar estadounidense más que a sus condiciones macroeconómicas nacionales.
En el corto plazo la abundancia de liquidez impulsa los mercados financieros y estos a los tipos de cambio, en el largo plazo un recorte en la liquidez del dólar norteamericano creara los efectos inversos. Una vez que el tipo de cambio responde más a variables financieras que a las reales, no afecta a todos por igual, importará la profundidad y el grado desarrollo del sector financiero de cada país.