El por qué una nación no se ha desarrollado ha tenido muchas explicaciones. Desde históricas hasta geográficas que tratan de explicar ese retraso económico relativo a las naciones industrializadas. Se ha intentado incluso, que las naciones menos desarrolladas sigan los mismos pasos de los países más avanzados, a manera de método hacia el desarrollo. Sin tomar en cuenta que para que haya naciones desarrolladas, tienen que seguir existiendo naciones subdesarrolladas.
Incluso los conceptos fueron cambiando, y “desarrollo” se hizo independiente del crecimiento, con sus propios indicadores y estudios. Dicho término se mantuvo prioritario en las investigaciones, se detuvo para pasar al neoliberalismo, no obstante hizo que se regresara al estudio del desarrollo con más fuerza.
El camino al desarrollo no es lineal, ni tampoco es equilibrado, y por supuesto, tiene que tener ayuda del Estado; es éste quien debe mantener los desequilibrios y tensiones en una economía y así generar las consecuencias que crearán el desarrollo.
Durante el neoliberalismo, -que en verdad debiese llamarse neoconservadurismo - se alejó a la economía de la regulación gubernamental, y en su lugar se dejó que la regularan los mercados, a los cuales actúan libremente. La ortodoxia económica premió a los economistas antikeynesianos, y en específico a los que hubiesen tenido alguna relación con la escuela de Chicago.
Aunado a las dictaduras militares de Sudamérica en los años setenta y la política de Inglaterra de entrar a los mercados, el debate sobre el desarrollo se relegó a segundo plano. Sin embargo, no se pueden ignorar las consecuencias, sobre todo las más visibles como la crisis económica de 2007 que evidenció la inutilidad de todas las teorías y aplicaciones neoliberales, al quitarle institucionalidad al Estado e ignorar las circunstancias específicas de la demanda de los países subdesarrollados.
Para la ortodoxia, los mayores problemas económicos tienen su raíz en problemas monetarios y como tal se pretenden solucionar a través de Bancos Centrales autónomos, sin tomar en cuenta que fenómenos como la inflación tienen un centenar de otras causas reales, que al no atacar, no se solucionan.
Esta falta de control, de exacerbación del individualismo y ligereza de compromisos, como la precarización del empleo, terminan acabando con las naciones y sus sociedades sometidas a intereses extranjeros. Es cuando los mercados y la economía se vuelven un fin en sí mismo, buscando reducir el déficit en la Balanza comercial, antes que el saneamiento del sistema productivo.
En este contexto, varios economistas buscan regresar el debate del Desarrollo al centro del debate; el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha publicado indicadores del desarrollo que obedecen a los mínimos de bienestar de una persona. Sin embargo, en México por ejemplo, se sigue sin elaborar políticas de producción o industrialización en los Planes Nacionales de Desarrollo, para seguir dando prioridad a la competencia en sectores tradicionales.