Desde el estallido de la crisis financiera de 2008, Estados Unidos ha multiplicado por cuatro su base monetaria, pasando de 870,000 millones de dólares a 3.04 billones de dólares. Lo anterior constituye la mayor burbuja de activos para reactivar la economía de los últimos 100 años.
Considerando los ejercicios de flexibilización cuantitativa de la Reserva Federal (Fed), el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón de los últimos años, puede concluirse sin titubeos el absoluto fracaso de las políticas monetarias y de toda la doctrina monetarista que se arroba "a favor" del ciclo económico.
Lo anterior también es reflejo del fracaso de los planes de austeridad, cuya receta planteaba que la reducción del gasto público lograría incentivar la inversión y el consumo privados.
Ninguna de las recetas monetaristas cobró resultado: ni la austeridad, ni la flexibilización cuantitativa, ni mantener las tasas de interés cercanas al cero por ciento. Por el contrario, los bancos, sobre apalancados y con balances deficitarios, se niegan a prestar dinero y a potencia el "músculo económico" de la actividad productiva.
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