El argumento a favor del abandono de la Zona Euro sostiene que con dicha medida los gobiernos nacionales recuperarían la soberanía monetaria, principalmente por medio de dos instrumentos: 1) la posibilidad de devaluar su propia moneda y 2) disponer de su propio banco central defendiéndose de los especuladores por medio del autofinanciamiento de la deuda pública.
Sin embargo, es importante poner atención en que el consenso actual de las clases dominantes en torno al dogma neoliberal, poco tiene que ver en realidad con la construcción de una moneda común. Más bien, el carácter neoliberal de la arquitectura monetaria de la Zona Euro obedece a la voluntad política de los gobiernos. La ruta conservadora seguida por las principales instituciones europeas tiene que ver con que obedecen a aquellos que son hoy en día sus amos políticos: la gran banca.
A la hora de plantear como alternativa la salida de la moneda común, en el caso de España, por ejemplo, es importante tomar en cuenta que aún en la época de la peseta, el país sufría de tipos de interés superiores al 10%, precisamente por el riesgo de los inversores a la devaluación de la moneda. Las presiones para que la peseta se devaluara obedecía entre otras cosas, a los desequilibrios internos, la volatilidad de los flujos de capital y al riesgo de un aumento en los tipos de interés en Alemania tras su reunificación. La salida de España de la moneda común europea no implica in situ superar sus problemas de orden estructural.
Lo que a últimas fechas se ha vuelto necesario es el reemplazo de los flujos de capital externo privado por financiación pública del exterior para sostener la demanda interna, además combinar esta medida con un impago o controles de capital para reducir la necesidad de refinanciar saldos vivos de deuda, según vayan venciendo, o el pago de intereses sobre la deuda.
Instrumentos como el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) pueden ser considerados en la actualidad como mecanismo públicos para reciclar flujos de capital dentro de la Zona Euro. El problema radica en que conceden financiamiento a la periferia europea a cambio de ajustes de corte neoliberal.
El reto está en que la clase trabajadora, en lugar de reclamar soberanía nacional, augure alcanzar soberanía supranacional para imponer el interés colectivo al de las clases dominantes europeas.